El lado oscuro

Trabajar para que otros periodistas puedan hacer bien su trabajo: el encanto de la comunicación institucional en la Iglesia

El lado oscuro

Auxi Rueda

Publicado el - Actualizado

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Ya siento si alguno ha llegado a este artículo buscando el último rumor sobre la nueva peli de Star Wars. Darth Vader poco tiene que ver (o eso quiero pensar) con quienes nos dedicamos a la comunicación institucional, a quienes nos han otorgado este apodo de “el lado oscuro” por ser una parte supuestamente poco visible del trabajo periodístico. Poco visible, pero fundamental para el desarrollo de la agenda de los medios, y del devenir informativo de cada día.

La comunicación que se realiza desde un gabinete de prensa quizá no sea tan vistosa como la que se pueda realizar en un periódico o una emisora de radio, es cierto. Pero tiene su aquel. Su 'charme', que dirían los franceses. Y créeme que, si te implicas de verdad en ella, se disfruta. Muchísimo.

Hace poco, tuve la oportunidad de vivir uno de esos acontecimientos a la par apasionante y estresante, como fue la ordenación episcopal y toma de posesión del nuevo obispo de Ávila. Y se vive intensamente desde el minuto uno. Desde el momento en que que te llama tu jefe y te pide que convoques una rueda de prensa para el día siguiente a las 12, sin decir el motivo. Pero tú ya sabes de qué se trata, y empiezas a poner en marcha toda la maquinaria.

Eso sí, en silencio. Porque existe el llamado “secreto pontificio”, y eso son palabras mayores. Vas preparando todo lo que sabes que se te va a venir encima, hasta que llega el momento y salta la noticia. A las 12 en punto, puntualidad vaticana. Y ya está, todas las cartas sobre la mesa.

A partir de ese momento, comienzan unas semanas de gran ajetreo. Porque ya eres “perro viejo” y sabes que es mejor tener un buen trabajo previo hecho, una buena documentación de base, que te pueda luego sacar de muchos imprevistos. En este punto, es de agradecer toda la ayuda y los consejos que te brinden quienes ya han pasado por una situación similar. Mi buen amigo Txomin me dio un máster acelerado sobre aquello en lo que debía poner toda mi atención. Detalles de fondo … y de forma. Porque, además de explicarme cómo preparar un buen dossier, por ejemplo, también me previno de aspectos que pudieran parecer a simple vista anecdóticos, como llevar calzado plano “el día D” para no cansarse en exceso. Debí ser mala alumna, porque terminé por llevar unos tacones de 9 cm que tengo para ocasiones especiales …

Preparas el dossier, hablas con el obispo que está por venir, gestionas las acreditaciones de los medios, y preparas una sala donde los periodistas puedan realizar su trabajo en condiciones el día del acto. Tareas habituales, no exentas a veces de dificultades. Como ese momento en el que tienes que explicar a los medios con los que trabajas habitualmente que no todos los fotógrafos podrán entrar en la Catedral por falta de espacio; y, entre quejas y suspiros, preparas un 'pool informativo', que sabes que es lo más efectivo, aunque te cueste algún disgusto.

También aprendes a ser una buena gestora logística, cuando llegan a reunirse contigo los técnicos de la televisión y la radio que quieren retransmitir el evento en directo. Y buscas lugares para la retransmisión, ventanucos por donde meter cables, y te encomiendas a todos los santos de las Letanías para que entre algo de cobertura y no les falle la señal.

Cuando crees que tienes todo preparado, llega lo que yo llamo “la semana de los marrones”. Es justo la semana previa al evento, en la que se cumple a la perfección la Ley de Murphy: si algo puede salir mal, saldrá mal. Y llegan acreditaciones a deshoras, aparecen tarimas para cámaras donde no debieran estar, falla la entrada de audio. Respiras, cuentas hasta veinte … porque sabes que lo que depende de ti, está todo hecho; y lo demás, terminará por solucionarse.

Pero, por mucho que tengas todo “atado y bien atado”, los nervios son inevitables. La noche previa al acto, apenas pude conciliar el sueño. Sabes que son cientos de miles de detalles de los que tienes que estar pendiente, pues serán muchos los ojos que estén puestos en que todo salga perfecto.

Llega el momento, y te tranquilizas mentalmente. Tienes todo previsto: los dosieres, entregados; la lista de medios confirmados, en las manos de quien controla el acceso de entrada; los fotógrafos, en sus lugares correspondientes; los periodistas, en la sala de prensa, la cual hemos surtido de pastas y café caliente para paliar las bajas temperaturas de la Catedral. Bien, que empiece todo.

Y todo transcurre dentro de la normalidad, y servidora pasea sus 9 centímetros de tacón por todo el templo, porque necesito estar controlando cada detalle en cada momento. Manías mías. Y te das cuenta de que todo el estrés y el trabajo previo dan sus frutos cuando, en el momento en el que ocurre lo que menos esperas y salta un gran imprevisto, compruebas que eres capaz de templar nervios y gestionar la información en un momento delicado.

Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, soy consciente de que, aunque seguro que todo es mejorable, creo que se supo cumplir con las expectativas. Una dura prueba de fuego que, pese a los nervios y las dificultades, puedo decir que he disfrutado. ¿Os he dicho ya alguna vez que me encanta mi trabajo? Y... ¿os he dicho que trabajar en días como estos es una verdadera “pasada”? Esto también es periodismo en estado puro: la tarea del periodista que se dedica a trabajar para que otros compañeros pueden hacer su trabajo de la mejor manera posible. Adoro estos momentos, porque son un auténtico chute de adrenalina periodística en vena. Eso sí: que nuestro Obispo nos dure muchos años. La adrenalina, mejor dosificada de vez en cuando.