Hablar de Jesús a nuestros hijos

En época de primeras comuniones nos preguntamos cómo las familias dan a conocer a Jesús a sus hijos

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Óscar Martí

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

En tiempo pascual, nos adentramos en la temporada alta de las primeras comuniones. El camino hacia ese día tan especial ilusiona a muchas familias y, a su vez, plantea a los padres cuál es la mejor manera de que los niños descubran a Jesús.

En primer lugar, partimos de una realidad muy certera: los padres somos los primeros catequistas de nuestros hijos. Lo sabe bien el párroco de nuestra parroquia, quien nos lo recuerda a menudo. Hasta aquí nada nuevo. La cuestión es dar con la tecla adecuada para ser capaces de acompañar a los más pequeños en esa andadura que pueda propiciar el encuentro con Jesús. No se trata de desplegar toda suerte de artilugios tecnológicos para transmitir conocimiento sobre el Hijo de Dios, sino de ser capaces de hablar de Él desde la emoción.

Si hablamos de Jesús a nuestros hijos, lo que Él dijo, lo que Él hizo, lo que Él rezó, cómo nos amó hasta el extremo de morir en la cruz, resucitar y entregarnos la fuerza del amor más grande que es el Espíritu Santo. Si se lo contamos felices y alegres nunca pensarán que les estamos contando algo teórico y aburrido, sino todo lo contrario: quedarán impresionados y nos harán con sana inquietud nuevas preguntas.

Es en ese punto, en el que se comparte una misma emoción, cuando suelen tomar conciencia de su presencia. También y, de manera especial, la perciben en aquellos momentos cotidianos en los que se relacionan con sus hermanos, con sus primos, con sus abuelos… retazos del día a día que se viven con amor.

Más allá del propio hogar, hacerles partícipes de nuestra comunidad también les proporciona un entorno en el que podrán crecer en el seno de la gran familia cristiana. Acudir a la parroquia y participar de la oración comunitaria es una forma de avanzar en el conocimiento de Jesús. Hablando de Él, acabamos hablando con Él. En medio de este proceso, con naturalidad, llegará un día en el que ese niño celebre la primera de muchas comuniones. ¿No es maravilloso?

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