EN 'EL ESPEJO'

El hombre que demostró que la discapacidad puede ser un camino hacia Dios

Jean Vanier fundó la Comunidad de El Arca, un movimiento que se dedica al cuidado y acompañamiento de los discapacitados desde hace 55 años

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José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Hoy recordamos en El Espejo una de las grandes figuras de la Iglesia contemporánea, que ha fallecido la semana pasada. Se trata de Jean Vanier, fundador de la Comunidad de El Arca.

De origen canadiense, Jean Vanier dejó su carrera en la Marina para dedicarse por entero a servir al Evangelio a través de las personas con discapacidad. En 1964 dio forma a esa vocación con la Comunidad de El Arca. Desde entonces su certeza ha sido que la discapacidad, lejos de ser un castigo de Dios, hace que quienes la tienen "puedan conducirnos a Dios".

En las comunidades de El Arca se comparten los pequeños gestos cotidianos como hacer la compra, mantener limpia la casa, cocinar, organizar las tareas, aprender, leer, descansar, mantener buenas relaciones con los vecinos. Y, naturalmente, seguir los tratamientos de cada uno.

Años después, en 1971, durante una peregrinación a Lourdes, nació la idea de crear también el movimiento Fe y Luz, que Vanier cofundó con Marie-Hélène Mathieu: son comunidades que reúnen periódicamente a personas con discapacidad con familiares y amigos para rezar y compartir. Actualmente son 1.450 grupos repartidos en 86 países.

Jean Vanier explicaba que las personas con discapacidad intelectual “necesitan escucha, amor, amistad… una comunidad… Hace falta aprender a caminar al lado de aquellos que nunca se van a curar”. Y el Evangelio nos revela algo nuevo: en su sufrimiento y pobreza, estas personas tienen algo que dar: son signo de Dios, presencia de Jesús. Jean entendió las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas: cuando deis un banquete no invitéis a los familiares, a los vecinos ricos, a los amigos, sino a los pobres, los mutilados y los enfermos, y así seréis felices.

Es verdad, como él mismo ha contado, que a sus comunidades también llegaron personas muy difíciles, violentas. No ha habido nada fácil en la historia del Arca, contaba, “pero la Misericordia me ha acompañado a lo largo de toda mi vida y ha permitido que la obra saliera adelante”.

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