Interiorizar lo vivido en el Congreso de Laicos

Interiorizar lo vivido en el Congreso de Laicos

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El inicio de la fase postcongresual del proceso abierto con motivo del Congreso de Laicos "Pueblo de Dios en salida" coincide con dos momentos que, aunque situados en planos muy diferentes, resultan muy significativos para la continuidad del mismo.

El primero de ellos es el comienzo de la Cuaresma, tiempo de preparación para el Misterio Pascual, esencia de nuestra fe. Una de las líneas transversales que ha conducido este proceso ha sido la de discernir sobre qué nos estaba pidiendo Dios como Pueblo suyo que peregrina en España en este concreto momento de la Historia. Para ello, resultaba esencial conectar los objetivos del Congreso con nuestra propia conversión personal; por ello, la pregunta acerca de qué actitudes convertir ha estado presente en todos los momentos de reflexión compartida ?documento-cuestionario, Instrumento de Trabajo, Grupos de Reflexión?. La Cuaresma es tiempo propicio para seguir planteándonos esta cuestión, con la clave de los cuatro itinerarios: ¿Qué hemos de cambiar en nosotros mismos y en nuestras comunidades de referencia para ser Iglesia en salida, Iglesia que anuncia a Jesucristo, acompaña a los hombres y mujeres de hoy en su cotidianeidad, se identifica más fuertemente con nuestro Señor a través de una formación integral y permanente y se hace presente en la vida pública para la construcción del bien común? Situar esta cuestión en el camino interior que recorreremos hasta la Pascua no es reiterar una reflexión ya realizada; antes al contrario, es un acto de coherencia con el camino iniciado. El contexto de la Cuaresma nos da una nueva clave: si aceptamos que discernir no es solo razonar, sino también escuchar al Espíritu con los criterios del Evangelio y del Magisterio, hemos de aceptar también que abrir el postcongreso al discernimiento exige dar continuidad a esa reflexión en el periodo litúrgico del año más apto para tal fin; por ello, preguntas como ¿cuál es mi misión?, ¿cómo he de llevarla a cabo? o ¿qué tentaciones he de superar para ser fiel a la vocación que he recibido y a la tarea que Dios me ha confiado a través de la Iglesia? han de resonar especialmente en nosotros durante las próximas semanas con el eco del Congreso de fondo. Releer las ponencias, volver sobre el Instrumento de Trabajo, tratar de concretar lo apuntado en unas y otro en nuestra respectiva realidad ayudará a dar respuesta a las mismas. Hacerlo resulta fundamental para seguir en la línea marcada en las anteriores fases del proceso.

El segundo de los momentos referidos es el de la renovación de la estructura de la Conferencia Episcopal Española en el contexto de la elección de nuevos cargos que ha tenido lugar esta semana. Se busca con ello aumentar su agilidad y efectividad y apuntar hacia una Iglesia más sinodal. En concreto, a la nueva Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida le corresponderá, en colaboración con otras Comisiones, impulsar el postcongreso. No podemos olvidar, en este sentido, que el Congreso de Laicos y todo el proceso generado en torno al mismo fueron iniciativa de la Conferencia Episcopal Española y que, por esta razón, habrá de ser la propia Conferencia Episcopal quien siga construyendo cauces de comunión y alentando la concreción del camino recorrido en diócesis, asociaciones y movimientos. Ciertamente, la sinodalidad requiere de pautas de reflexión comunes para ser auténtica; solo podemos caminar juntos si nos fijamos una meta en común, aunque lleguemos a ella por diferentes caminos. Junto con ello, durante la fase precongresual, los distintos encuentros nacionales de delegados de Apostolado Seglar y presidentes de movimientos y asociaciones fueron fundamentales para forjar una auténtica sinodalidad y una dirección compartida; habrán de serlo igualmente ahora.

En cualquier caso, la labor fundamental de todos en este momento ?se haya sido congresista o no? es la de interiorizar lo vivido con ocasión del Congreso: redescubrir la vocación laical, presentarla en positivo, vivirla plenamente, comprometernos a cumplir la misión que conlleva es responsabilidad de todos nosotros. Este ha de ser el primer paso; lo demás vendrá por añadidura.