La traumática experiencia que experimentó Conchi con su hijo y que cambiaron sus vidas

La experiencia le sirvió para descubrir qué había sido en su vida lo importante

La traumática experiencia que experimentó Conchi con su hijo y que cambiaron sus vidas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Todo el embarazo fue bien, sin problemas, pero en el parto cambió todo. Fue todo muy deprisa, me dijeron que me iban hacer la cesárea porque ya no había tiempo para provocar el parto. Cuando mi familia me informó, me dijeron que el niño estaba muy grave y que si seguía adelante no se sabía cómo quedaría.

Para mi fue un gran impacto esa noticia, pero era la realidad que había. No me atendieron a su debido tiempo y Javier había tenido falta de oxígeno y tragó líquido amniótico. Era mi gran ilusión el tener a mi hijo y no sabía ni siquiera si podría tenerlo en mis brazos, tocarlo, acariciarlo, besarlo. No pude verlo, nació, tuvieron que ponerle la respiración artificial y se lo llevaron a la incubadora.

Lo vi al tercer día a través de cristales, estaba lleno de cables y gotero. Me comentaron que una monja del hospital lo había bautizado. No entendía por qué había pasado todo esto cuando yo durante el embarazo fui haciendo todo lo que el médico me decía. A pesar de todo, yo sentía que Dios estaba conmigo, Él puso a Javier en mi camino, y fue a través suya cuando en vida empezó a producirse un gran cambio. Era mi hijo, al que yo había deseado tener y que, a pesar de sus circunstancias, yo lo quería y que era un regalo de Dios.

Esta experiencia me hizo plantearme y descubrir a la vez qué había sido en mi vida lo importante, darme cuenta que muchas veces me había preocupado por cosas que no tenían importancia, había vivido problemas que en realidad no lo eran, me cuestionaba qué era lo que tenía y consideraba como de mi propiedad, cuando mi hijo, que lo consideraba algo tan mío, era de Dios y se lo podía llevar.

Yo vi que tenía que luchar y hacer todo lo que estuviera en mi mano para que él siguiera adelante y avanzara todo lo que pudiera. Necesitaba una gran dedicación y medios para que fuese progresando. Me encontré con muchas dificultades en la sociedad, incluso con algún familiar, y en el colegio, donde se daba la no aceptación por parte de padres que no tenían estas circunstancias. Ante todo esto, me sentía muy mal, pero cuando tenía que defender algo de Javier no me callaba.

Yo nunca me había fijado en estos chavales que tenían discapacidad intelectual, para mi habían pasado desapercibidos, pero tuve que entrar en todo esto. Para mí fue una de las experiencias más enriquecedoras y bonitas de mi vida el descubrimiento de “El gran mundo de la discapacidad”

Fue el descubrimiento del Evangelio, con los pies puestos en la tierra. La experiencia de conocer y tratar a personas que van regalando amor, ternura, sencillez y tantos otros dones de los que Dios los ha dotado. Tuve la oportunidad, casualmente, de encontrarme con una amiga que me dijo que iban a venir a Mérida personas del Movimiento Fe y Luz, que acogía a personas con discapacidad intelectual, familias y amigos.

Fue una gran alegría para mí porque me había preguntado muchas veces por qué existían tantos grupos de catequesis, matrimonios, formación… y para estas personas no había nada específico. Fue algo precioso y grande para mí y Javier, algo que me encantó y me entusiasmó como para otras personas que poco a poco fueron viniendo y quedándose en la comunidad. Era un vernos unidos dentro de la comunidad para compartir oración, experiencias, alegría, adversidades… Era un ir descubriendo cómo Dios a través de personas vulnerables, se hace grande y fuerte. Ver cómo estas personas son felices y nos hacen felices a los demás.

Tengo que decir que la experiencia de mi hijo Javier me ha hecho ver que el mundo valora a las personas por lo que tienen o son y que el Evangelio va por otro lado muy distinto, y como dice el Ev. Mt (11, 25 -26): “Exclamó Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”. Estas personas están dotadas de unos sentimientos y una grandeza que solo Dios puede dar. Ellos son luz para nosotros.

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