La lección que le cambió la vida a Quico Taronjí: "Lo del granito de arena viene hoy muy a cuento"
El embajador de Manos Unidas relata en 'Los milagros son posibles' su primer viaje en la Amazonía con la ONG de la Iglesia católica
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Quico Taronjí, que se presenta como navegante y aventurero, además de presentador en La 1 de TVE del programa 'Aquí la tierra', relata en 'Los milagros son posibles' su experiencia en la Amazonía como embajador de Manos Unidas. En el número 212 de la Revista de Manos Unidas se publicó el siguiente texto del embajador en el que relata su primer viaje con esta ONG.
"Quién más sufre el maltrato al planeta no eres tú"
Escribo desde la realidad del coronavirus que azota al mundo y pienso en mi viaje a Ecuador con Manos Unidas. En lo que vi y aprendí y en lo que puede devenir esta desgracia que vivimos y que, como siempre, hará más daño a los pobres.
Recuerdo mi expectación antes de la partida. Cuando uno viaja desea descubrir lugares, gente. Y crecer. A ello sumaba mi curiosidad por conocer qué se hace sobre el terreno para ayudar a los demás. Viajar como embajador de Manos Unidas añadía al asunto algo fundamental: mi compromiso con lo que la organización hace para luchar contra la pobreza en el mundo.
Llegó el día y en Ecuador nos plantamos. Desde el primer momento observé que podemos mejorar mucho la vida de los demás con lo poco o mucho que podamos aportar. Lo del granito de arena viene hoy muy a cuento.
Y conozco la Amazonía que, para mí, es un deseo de juventud. Constato la paradoja de la selva: poderosa y vulnerable a la vez. Como sus comunidades, frágiles y portentosas. Viajamos por el enorme río Napo (afluente del Amazonas) y sus comarcas y allí conozco a familias que luchan por mantener vivos unos territorios que la industria petrolera desangra desde los 70, contaminando el agua de los ríos. La tragedia comenzó a escribirse entonces, pero estos días, de vuelta en España y desde el confinamiento que sigue a mi viaje, me espanta escuchar las noticias que llegan desde los lugares que conocí: dos oleoductos se han partido, vertiendo a los ríos Coca y Napo. Cerca de 100.000 personas se han quedado de pronto sin agua potable. Llueve sobre mojado. Hoy la necesidad es aún mayor que la que comprobé en mi viaje. No sé cómo reaccionar ante tanta injusticia.
Ahora comprendo mejor el mensaje de Manos Unidas: "Quién más sufre el maltrato al planeta no eres tú". Efectivamente: son otros, los más pobres. Aquellos que conocí, los miles que ahora se suman a ellos en las mismas comarcas, y millones de personas más.
Los milagros son posibles
En la remota selva ecuatoriana, allí donde parece que la batalla no puede librarse, descubro la honestidad de pueblos enteros y el trabajo de Manos Unidas para que cientos de familias tengan agua potable gracias a la instalación de estaciones que recogen y tratan el regalo que es la lluvia. Familias que hasta hace poco sufrían intensamente las heridas de la selva, ahora viven en condiciones más dignas y salubres. El mensaje de esperanza cobra todo su sentido.
Nada es más importante que estar hoy aquí compartiendo, abrazando, jugando con los peques. Alex tiene siete años. Improvisamos una partida de petanca con piedrecitas y echamos un rato. Ni que decir tiene que me gana. Cuando terminamos, estamos sedientos. Inconscientemente pienso en mi casa: la cocina, el agua corriente… pero esto es la Amazonía. Alex me lleva de la mano adonde el agua surge milagrosamente: un tanque azul con el logo de Manos Unidas. Sus ojos brillan al abrir la espita. Brota el agua refrescante, tan pura y limpia como su mirada. El momento lo resume todo. Es mi foto fija del viaje. Pienso que las cosas son posibles y que se hacen bien. Lo que veo es tan real como perentorio.
Y, casi sin darme cuenta, ya estoy en un avión de vuelta. Echo la vista atrás. Menuda lección de vida. Vuelven a mi cabeza los nombres sonoros: Tabacundo, Supay Kucha, Sucumbíos.
La Amazonía (nuestra casa común) se queda mucho de mí. Pienso de nuevo en aquellos que la habitan viendo pasar el Napo, hermoso pero demacrado. Y entonces todo me queda claro porque lo he visto: las cosas mejoran allá donde Manos Unidas despliega su magia. Los milagros son posibles.