El sentimiento de una madre hacia la persona que acabó con la vida de su hijo: "Se vuelve contra mí"

Iñaki murió atropellado por un conductor que triplicaba la tasa del acohol. La fe ha sido la energía que ha permitido a su madre salir adelante: "Es mejor que cualquier pastilla"

El sentimiento de una madre hacia la persona que acabó con la vida de su hijo: "Se vuelve contra mí"

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Hace nueve años que Iñaki se marchó de este mundo cuando tan solo tenía 18 años. Iba en moto 'de paquete' junto a un amigo. De repente, se cruzó un vehículo que conducía un varón que triplicaba la tasa de alcohol. Durante estos años, su familia ha realizado un verdadero ejercicio de supervivencia y de conversión para superar la muerte de su ser querido.

Su madre, María Eugenia, ha publicado en los últimos años tres libros ('Iñaki, el ángel'; 'El camino hacia la luz' y estas navidades saldrá al mercado 'Iñaki, una luz en la oscuridad') relatando su estado de ánimo y la relación especial que mantiene con Iñaki en su día a día. La fe es una herramienta vital e insustituible.

Tras aquel terrible episodio, a María Eugenia le diagnosticaron trastorno bipolar: “Yo creo que mi médico se equivocó, porque hace siete años que no me medico. Cuando tocamos la puerta de la fe, encontramos soluciones para saber llevar los problemas mejor. Es una herramienta necesaria, vital e insustituible que es mejor que cualquier píldora. Es más sanadora”, relata la madre de Iñaki en una entrevista a 'Mater Mundi'.

El camino de conversión de María Eugenia tras el drama

Y es que a raíz de la ausencia de Iñaki en 2012, María Eugenia emprendió un camino hacia la conversión. Anteriormente no era creyente. Pero notaba la presencia de su hijo. Fue entonces cuando comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de que Dios existiera. Con 43 años tomó el Sacramento de la Confirmación.

“Antes de mi conversión todo era traumático. Cuando uno cree que con la muerte llega el final y no volveremos a ver nuestros seres queridos, quedamos muertas en vida. A través de la fe tengo certeza de que la Vida Eterna existe, que hay un más allá con Cristo, la Virgen y los ángeles. Las que nos quedamos muertas en vida somos nosotras, porque esa parte de nuestra vida muere mientras estemos aquí”, explica.

Hoy en día, María Eugenia vive en paz, ya que siente presente, a su lado, a su hijo: “Me acompaña allá a donde voy. Es mi guía”, precisa en 'Mater Mundi'.

“El dolor y la tristeza nos acompaña hasta que nos marchemos, pero cuando estoy mal Iñaki me rescata y los momentos de tristeza duran poco” agrega.

A lo largo de estos casi diez años, María Eugenia tan solo ha visitado una vez al psicólogo, una vez que comenzó el confinamiento por la covid-19 en Argentina (su país de origen, aunque a día de hoy reside en España), el 23 de marzo de 2020: “Sentía angustia. Cuando le conté al psicólogo lo que estaba viviendo él me notaba triste pero en paz, por lo que no sabía cómo ayudarme”.

Por ello, en mayo comenzó a escribir su segundo libro 'El camino hacia la luz' que completó en tan solo 23 días: “Al ponerme a escribirlo tomó forma enseguida, seguí contando cosas con Iñaki”, explica.

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María Eugenia no guarda rencor al responsable de la muerte de Iñaki

Nueve años después de la muerte de Iñaki, su madre no guarda rencor al responsable del atropello, que triplicaba la tasa de alcohol permitida: “De qué me sirve enojarme si ya no se puede volver atrás. Si la persona no tuvo signos de arrepentimiento, porque nunca lo tuvo, no los va a tener ahora”, comenta.

En este sentido, María Eugenia recuerda las palabras de un sacerdote sobre la ira que le quedaron marcadas, mucho antes de la muerte de su hijo: “Decía que la ira y el enojo es como un veneno que lo tomamos esperando que muera el otro. Se me quedó grabada. Si me enojo con el responsable de la muerte de Iñaki, me afecta a mí porque el otro ni se entera, por lo que para qué le voy a maldecir, porque eso se vuelve contra mí. Ni me ayuda ni me suma”, reflexiona.

“Mi hija y mi exesposo, al principio, estaban más enfadados, pero pudieron tranquilizar ese sentimiento de impotencia, porque al final no conseguimos nada. Tratamos de perdonarlo. Si tiene un poco de conciencia, convivir con esa sensación es difícil. Yo no sé si podría convivir habiendo atropellado a alguien”, revela.