Así ha evolucionado el arte a lo largo de los siglos hasta convertirse en fuente de inspiración de nuestra fe
En la sexta semana de la campaña #Hazmemoria de la Conferencia Episcopal Española, se reivindica el patrimonio artístico y cultural de la Iglesia
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Desde el siglo IV, los cristianos manifestamos nuestra fe en los templos y lugares de culto en la que nos reunimos para recibir la Eucaristía. A partir de ese momento, la expresión artística ha ido en aumento.
En la sexta semana de la campaña #HazMemoria que la Conferencia Episcopal Española ha puesto en marcha junto con los medios de comunicación Ecclesia, TRECE y COPE, el contenido se centra precisamente en el patrimonio artístico que a lo largo de los siglos han ido enriqueciendo la fe y la cultura de nuestro país.
Una valiosa expresión de fe
La fe de los cristianos se manifiesta en obras de vida cristiana. La caridad es una expresión notable de la fe, pero el mismo impulso del cristianismo que resuena en el Génesis con su “sed fecundos y multiplicaos, moveos por la tierra y dominadla” y el evangelio de Marcos con las palabras del Señor “id por todo el mundo y anunciad el Evangelio” ha producido una gran transformación en la vida social, cultural y política.
En el mundo del arte, las primeras expresiones de la capacidad creativa del Evangelio se hacen visible ya en las catacumbas romanas. En cuanto el cristianismo es reconocido por el Imperio Romano, en el primer cuarto del siglo IV, la expresión de la fe se muestra en templos y lugares de culto en la que los cristianos se reúnen. En España, las primeras expresiones artísticas de la fe datan también del siglo IV. En Palencia, la parroquia de S. Juan de Baños de Cerrato, fue construida en el siglo VII, en plena dominación visigótica y sigue siendo una referencia artística de primer nivel.
La amplia expansión del cristianismo dio origen en toda Europa a numerosos movimientos artísticos de gran nivel. En el siglo XI el románico se extiende como la expresión artística más relevante y numerosas iglesias del norte de España, ya libre de la invasión musulmana, construye sus iglesias y catedrales en ese estilo, siendo sus principales representantes las catedrales de Sigüenza, Zamora, Urgel, Ávila o Santiago de Compostela. A partir del siglo XIV, llegado de Francia a través del Camino de Santiago, llega el gótico que tiene también su principal presencia en la mitad norte de España. Así seguirá pasando con el resto de los movimientos artísticos que encuentran en la Iglesia un lugar privilegiado para la creación artística.
Más allá de las piedras
El arte no sólo se expresa en los edificios. Este patrimonio es de orden material en toda su extensión: edificios, pinturas, esculturas, retablos, obras literarias o piezas musicales brota del genio creador inspirado por el cristianismo. Las pinturas y esculturas, los retablos y las sillerías de las catedrales seguirán los cánones de cada momento, del románico, al gótico, al bárroco, al renacimiento, etc. Lo mismo la literatura y la música se verán enriquecidas con composiciones literarias y musicales de primer nivel. Detrás de muchas de esas obras que serán parte de la historia de España está en muchos casos el impulso de la Iglesia, que a través de obispados, mecenas y cabildos y siempre con la colaboración de artistas y artesanos locales configuraron una cultura vinculada al cristianismo.
En la creación de ese patrimonio los fieles han contribuido de manera eficaz. En buena parte con sus aportaciones económicas que, en modo de mecenazgo de la Iglesia, hicieron surgir catedrales, ermitas, basílicas o iglesias en todo el territorio nacional. También participaron como mano de obra no solo en la construcción, sino también en la restauración, hasta nuestros días. Hoy como entonces, los miembros de la comunidad cristiana encuentran en los templos de la localidad la más valiosa expresión de la fe del pueblo y colaboran con su tiempo y su dinero a su mantenimiento y restauración.
En muchos lugares, el patrimonio material ha creado también en su entorno un patrimonio inmaterial, vinculado a la identidad de un pueblo que se hace visible en peregrinaciones, fiestas populares, romerías, etc. Tanto uno como el otro, han sido declarados en muchos lugares de España, bienes de interés cultural y están al servicio del conjunto de toda la sociedad. La propiedad del pueblo de Dios, material e inmaterial, redunda en beneficio de toda la sociedad pues atrae visitantes y turismo, y sostiene una importante industria cultural de gran valor.
La Iglesia, por ello, se emplea en dedicar una parte importante de sus recursos a la conservación del patrimonio para que siga dando testimonio de la presencia del pueblo cristiano y, en la actualidad, cuida y conserva la mayor cantidad de bienes de interés cultural en nuestro país. Ese empeño es signo manifiesto de su responsabilidad.