La cruz está en la vida y la vida está en la cruz
El último número de la Revista ECCLESIA reflexiona sobre el amor que entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo con la esperanza en la Resurrección
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En el último número de la Ravista ECCLESIA, reflexionamos sobre las voces en contra de la guerra ya favor de la paz son cada vez másestruendosas. Desgraciadamente notanto como las bombas que caensobre las grandes ciudades de Ucrania, sembrando terror y muerte entre personas inocentes que no han provocado daño a nadie. No se vislumbra el final de esta locura cuando ya se ha cumplido un año de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
Ocho millones de personas han tenido que abandonar sus casas, y es posible que haya más de 200.000 muertos. Miles han sido desplazados por la guerra y hoy transitan un camino que es más bien un calvario. Ese camino que muestra que Jesús no es un mero recuerdo, sino que Jesús vive. Carga esa cruz que no tiene tiempo. Las Sagradas Escrituras son letra viva. Y hoy, con un conflicto armado de escala mundial, esta cruz se nos hace más realy dolorosa. Una guerra que parece lejana,pero que a la vez nos recuerda que muchasveces el campo de batalla está en nuestroscorazones.
Los mismos obispos ucranianossubrayaron al inicio de esta Cuaresma que,«tal vez por primera vez en décadas, nonecesitábamos una invitación para rezar yrealizar actos de misericordia». Ante la uniónde la Iglesia, «hemos comprendido mejorel poder de la oración y la necesidad de uncorazón puro». Porque «no es cierto que lohayamos perdido todo, ya que Cristo permanece con nosotros», dijo el padre Jurij,sacerdote de Ucrania. «Es Él quien recorre hoy el vía crucis por las calles de las ciudades ucranianas. Vayamos también junto a Él, porque sólo Él conoce el camino de la Resurrección. Allí encontraremos a nuestros seres queridos. No hemos perdido nada si no lo hemos perdido a Él».
Un conflicto que, además, pone endiscusión la seguridad de Europa, sus raícesy sus valores, y que incluso puede tenerrepercusiones de alcance mucho mayor. En medio de la incertidumbre que estamos viviendo, el Papa Francisco ha hecho apremiantes llamamientos para que toda acción o iniciativa política esté al servicio de la fraternidad humana, más que de los intereses de algunas partes. También los obispos europeos han incidido en que estamos ante un momento particularmente delicado. En esta tesitura, los cristianos estamos llamados a poner todo nuestro buen hacer al servicio del bien común.
Hemos de rezar por el don de la paz enUcrania, para que los responsables sellenen de esa paz y busquen solucionesaceptables y duraderas, basadas en eldiálogo y la negociación, sin tener querecurrir a las armas.Por todo ello, al comenzar el caminohacia la Pascua, cabe detenernos paradescubrir que la cruz nos revela que elsufrimiento de Jesús es el de todos losque, de tantos modos diferentes, son loscrucificados de la tierra.
Desde el queestá una celda en prisión hasta el que hasufrido un pérdida injusta o absurda de unser querido, pasando por quienes sufrenuna depresión, quienes padecen hambre,quienes son víctima de abusos o quienesasisten al fracaso de su familia… todosellos son prolongación histórica del SeñorCrucificado. «Jesucristo está en agoníahasta el fin de los tiempos», afirmó Jacques-Bénigne Bossuet. La cruz nos invitatambién a dejarnos contagiar por esteamor, nos enseña así a mirar siempre alotro con misericordia y amor, sobre todoa quien sufre, a quien tiene necesidad deayuda, a quien espera una palabra, ungesto, y a salir de nosotros mismos para ira su encuentro y tenderles la mano.