La emoción de ser ordenado sacerdote por Juan Pablo II: "Todos los 8 de noviembre vuelvo a leer esa homilía"

Christopher Hartley, en aquel entonces joven seminarista en Toledo, fue ordenado ese día por circunstancias providenciales que ha querido recordar en ECCLESIA

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Santiago Tedeschi Prades

Publicado el - Actualizado

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El 8 de noviembre de 1982 Valencia vivió un acontecimiento para la historia: la primera visita de un Papa a tierras valencianas. Juan Pablo II, 40 años después, ya san Juan Pablo II, dentro de su visita apostólica a España, llegó a Valencia en un día emocionante e intenso que sigue recordándose con emoción en los que fueron testigos directos del gran acontecimiento.

El Papa Santo, el Papa peregrino, el Papa de los jóvenes y de las familias llegó a las 8:50h al aeropuerto de Manises y comenzó una jornada maratoniana en la que visitó la Catedral, donde veneró el Santo Cáliz, y la Basílica de la Virgen de los Desamparados. Además, tuvo encuentros con los ancianos, los sacerdotes y los seminaristas. El plato fuerte de la visita fue la ordenación de 141 sacerdotes en una misa multitudinaria en la Alameda. Un gesto inolvidable fue la voluntad del Papa de acercarse a los damnificados por las recientes inundaciones y la pantanada de Tous.

Juan Pablo II en Valencia

EFE/aa

Christopher Hartley, era un joven seminarista en Toledo y por circunstancias providenciales fue ordenado sacerdote ese día, el 8 de noviembre de 1982. ECCLESIA ha hablado con él para recordar, quizás, el día más importante de su vida: “La ordenación sacerdotal es el momento definitivo en la vida de un hombre que marcará para siempre su historia, su vida, su tiempo y su eternidad, porque uno es sacerdote hasta la vida eterna”.

Además, las circunstancias que rodearon la ordenación sacerdotal de Christopher fueron verdaderamente extraordinarias y del todo providenciales, tanto por acontecimientos que le ocurrieron a él, tanto como por acontecimientos que le ocurrieron al Santo Padre. “Quizás recordarán todos que el plan inicial era que el Papa tenía que venir a España no en 1982, sino en 1981, para la Clausura del centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús. Sin embargo, ese viaje fue pospuesto durante todo un año porque el 13 de mayo de 1981, el Papa sufre un atentado en la Plaza de San Pedro, le dispararon cuatro veces y a punto estuvo de acabar con su vida”, recuerda Christopher.

Juan Pablo II en Valencia

EFE/aa

Para el mes de octubre de ese mismo año, Wojtyla no se había recuperado plenamente de salud y la Santa Sede juzgó necesario retrasar el viaje todo un año: “Eso significa que el Papa iba inicialmente a ordenar sacerdotes a todos los que se ordenaran en 1981, el curso anterior al mío. Yo fui ordenado por el Papa, y todos los 141 diáconos que esa mañana del 8 de noviembre en la Avenida de la Alameda, en Valencia, a causa del atentado del Papa”.

Pero es que además, como anécdota personal, Christopher, el verano del '81 lo pasó en la India, en Calcuta, con la Madre Teresa y regresó para empezar su último año de teología muy enfermo: “A los pocos días de empezar el curso, fui enviado a casa para recuperarme porque tenía malaria, fiebre, parásitos en el duodeno, estaba muy enfermo. Con tal motivo, cuando mi curso se ordenó de diácono en diciembre, como se hace tradicionalmente en Toledo, yo no pude ordenarme porque apenas acababa de regresar de la enfermedad. Fui el único de mi clase que no se ordenó de diácono en el mes de diciembre”.

JUAN PABLO II EN ESPAÑA

Valencia, 8-11-1982.- Ordenación de 141 sacerdotes en el paseo de la Alameda, realizada por Su Santidad Juan Pablo II.El Papa realiza una visita pastoral a España de diez días. EFE/aa

En el verano del 1982, don Marcelo González Martín, arzobispo de Toledo, le preguntó a Christopher por su situación particular y le preguntó si quería ser ordenado por el Santo Padre en Valencia: “La circunstancia de haber estado todo un verano en Calcuta, recogiendo moribundos de las calles, atendiendo a los más pobres de los pobres, sirviendo junto a Madre Teresa y a las Misioneras de la Caridad, fue la causa de que yo perdiera mi ordenación en nuestra archidiócesis y como resultado fuese ordenado por Juan Pablo II”.

Ese día se congregaron en Valencia seminaristas de muchas congregaciones religiosas, de casi todas las diócesis de España, de algunos diferentes grupos de espiritualidad, como lo hay en la Iglesia: “Erábamos 141 y lo recuerdo con una emoción indescriptible, ahora mismo como si fuese ese mismo día la ordenación. La noche antes de la ordenación la pasé en la capilla delante del Santísimo Sacramento pidiéndole al Señor luz, misericordia en la gracia de la fidelidad y la santidad sacerdotal”.

Juan Pablo II en Valencia

Valencia, 8-11-1982.- Vista general de la Plaza de Zaragoza, en Valencia, en donde Juan Pablo II recibió el cálido homenaje de la tercera edad. EFE

“Recuerdo de una manera maravillosa todo ese grupo de candidatos al sacramento del orden que nos ordenábamos juntos esa mañana, que muchos no nos conocíamos de nada y que rapidísimamente formamos una estrechísima amistad sacerdotal que nos marcaría para siempre. Yo, añadido a ese día, recuerdo que la Madre Teresa me regaló el cáliz de mi ordenación con en el que celebraré Misa hoy y con el que he celebrado multitud de ocasiones”, cuenta Christopher.

Ese regalo, además, llevaba dentro una carta donde la Madre Teresa le escribía: “Al acercarse tus esponsales y tu ordenación sacerdotal a manos del Papa Juan Pablo II me imagino como debe de vibrar tu corazón […] solo te pido, que cuando pongas la gota de agua en el vino y en el cáliz, cada vez que celebres la Misa, permitas que esa gota de agua lleve mi nombre”. Jamás olvidaré esta frase mientras viva y que tenía grabada en el corazón esa mañana.

Juan Pablo II en Valencia

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De ese día, Christopher también recuerda “la emoción de nuestros formadores, de nuestros obispos, la alegría sacerdotal. Era la alegría del Evangelio, la alegría de ser sacerdotes, de saber que probablemente jamás volveríamos a estar esos 141 juntos en nuestra vida y que desde ese altar, en medio de una avenida, y no en una catedral, en una basílica o una iglesia maravillosa, significaba que desde esa calle, por los caminos de este mundo, íbamos a marchar todos a ser sacerdotes de Jesucristo, a anunciar el Evangelio, a celebrar los sacramentos y a edificar la Iglesia”.

En el caso de Christopher, ya tenía decidido y discernido su misión de ser misionero: “Era mi sueño desde el seminario. Lo que recibía ese día, de manos del Papa Juan Pablo II, mi sueño era llevarlo a los últimos rincones de la Tierra”.

Era ya el penúltimo día de Juan Pablo II en España, un viaje con un sinfín de actos y discursos. Sin embargo, Christopher subraya la “fuerza descomunal” de Wojtyla: “Si alguien escuchara la grabación de la homilía y la voz de ese hombre, transmitía una alegría, vibraba con un entusiasmo, nos quería contagiar la pasión por el Evangelio, la alegría del sacerdocio, el deseo de ser sacerdotes santos según el corazón de Jesucristo”.

Jamás he leído en mi vida un texto más bonito que la homilía de ese día, que todos los 8 noviembre, durante 40 años, he vuelto a leer con la misma emoción con las que lo pronunció Juan Pablo II. De donde ese hombre sacaba ese coraje, esa fuerza, esa garra, ese entusiasmo, yo no lo sé, pero solo el tono de voz te ponía en pie y te entraban ganas de salir corriendo al último rincón de la Tierra”, asegura Christopher.

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