Francisco propone en 'Fratelli tutti' una economía basada en principios éticos y al servicio de los pobres
La Conferencia Episcopal y los medios de la Iglesia, a través de la iniciativa 'Soñar lo posible', continúan acercándose a los diferentes aspectos que aborda la encíclica
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Como cada miércoles, la Conferencia Episcopal Española y los medios de comunicación de la Iglesia (Ecclesia, COPE y TRECE) ahondan en la nueva encíclica del Papa Francisco, 'Fratelli tutti' a través de la iniciativa 'Soñar lo posible' (#SoñarLoPosible)
De esta manera, cada semana se ofrece un tema para reflexionar y acercarse a este documento pontificio sobre la fraternidad y la amistad social. En esta sexta semana (#FratelliTutti6de10) hacemos referencia al apartado de la encíclica llamado 'Una nueva economía con principios éticos' en la que el Santo Padre acude a la Doctrina Social de la Iglesia y la desarrolla para recordarnos la subordinación de la propiedad privada al principio del destino universal de los bienes creados y, por tanto, insistiendo en su función social.
Texto de entrada
El Papa Francisco, a la hora de escribir su encíclica sobre la fraternidad y amistad social, también ha pensado en la economía. Lo hace aportando una lectura evangélica a las consecuencias de los abusos de cualquier modelo económico para la gran mayoría de la humanidad.
En la administración eficaz y razonable de los bienes, el Papa acude a la Doctrina Social de la Iglesia y la desarrolla para recordarnos la subordinación de la propiedad privada al principio del destino universal de los bienes creados y, por tanto, insistiendo en su función social.
En estos tiempos hay que promover una nueva regulación de la actividad financiera que impida riquezas especulativas y ficticias. Esta tarea recae en nuestra corresponsabilidad. Todos debemos iniciar procesos y transformaciones hacia una economía real, como sugiere 'Fratelli tutti'.
Ideas
El mundo avanzaba de manera implacable hacia una economía que procuraba reducir los “costos humanos”. Se pretende que la libertad de mercado basta para que todo esté asegurado. La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos.
Es necesaria una nueva economía más atenta a los principios éticos, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común. Las políticas económicas deben promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial. El mercado solo no resuelve todo. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica.
El desarrollo humano integral exige políticas sociales hacia los pobres y con los pobres. Se debe abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos. Solidaridad es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos. Es también luchar contra las causas estructurales de la pobreza.
Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. La propiedad privada no es absoluta, tiene una función social.
Recuadro
Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafía a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer.
Introducción
El papa Francisco escribe en Fratelli tuti que hay cosas que se deben cambiar con nuevos planteamientos y transformaciones importantes. La economía no es una excepción.
Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero no para todos por igual. Nacen nuevos tipos de pobreza. Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto.
Textos (Ft)
Nuevos estilos de vida
La pandemia ha llegado en un momento en el que el mundo avanzaba hacia una economía que tenía sus esperanzas en los avances tecnológicos para reducir los costes humanos. Algunos piensan que basta la libertad de mercado para que todo esté asegurado. Sin embargo, el golpe duro e inesperado de esta pandemia ha obligado a volver a pensar en los seres humanos, en todos, más que en el beneficio de algunos (Cf. Ft 33).
El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que ha despertado la pandemia, hacen plantearse nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia (Cf. Ft 33). Es preciso rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas. La dignidad humana está en el centro de todas las relaciones y sobre ese pilar se deben construir las estructuras sociales y económicas alternativas que necesitamos (Cf. Ft 168).
Diversidad y creatividad
La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos. Se necesita una política económica activa que promueva la economía real que favorece la diversidad productiva y la creatividad empresarial. Esto facilita acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos. Además, hay que desarrollar formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, para que el mercado pueda cumplir plenamente su propia función económica (Cf. Ft 168).
Es necesario pensar en la participación social, política y económica de todos, sin olvidar a los movimientos populares. Se trata de animar las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común (Cf. Ft 169).
Hay cosas que se deben cambiar desde el fondo para abrir caminos a oportunidades diferentes. Sólo una sana política podría liderarlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. Una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común para abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y el sueño de progreso, pero sí orientar esa energía con cauces nuevos (Cf. Ft 179).
El ejemplo de solidaridad que se da entre los que sufren
El ejemplo de solidaridad que se vive entre los últimos, los que sufren, o los más pobres nos recuerda un valor que nuestra civilización parece haber olvidado. La solidaridad expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Solidaridad es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. La solidaridad es un modo de hacer historia (Cf. Ft 116).
Esa misma solidaridad se vive en algunos barrios populares, donde existe el espíritu del “vecindario” por el que cada uno siente espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En estos lugares que conservan esos valores comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un “nosotros”. Ojalá pudiera vivirse esto también entre países cercanos, que sean capaces de construir una vecindad cordial entre sus pueblos. Pero las visiones individualistas se traducen en las relaciones entre países (Ft 152).
Compartir bienes creados
El principio del uso común de los bienes creados para todos es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social. Es un derecho natural, originario y prioritario. Todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, no deben estorbar, sino más bien, facilitar su realización (Cf. Ft 120).
La labor de los empresarios es producir riqueza y mejorar el mundo para todos. Las capacidades de los empresarios, que son un don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificadas (Cf. Ft 123).
Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. El derecho a la propiedad privada no es absoluto o intocable: la propiedad privada debe tener siempre una función social. El primer principio del el ordenamiento ético y social es el uso común de los bienes creados para todos (Cf. Ft120).
Todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, no deben estorbar esa realización personal, sino más bien facilitarla. La propiedad privada es un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados. En ocasiones estos derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica (Cf. Ft120).
El trabajo cauce de realización personal
El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna.
Por ello, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. No existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo (Cf. Ft 162).
En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo (Cf Ft 162).