Hacer presente a Dios en el mundo: el deseo de dos jóvenes seminaristas de Madrid

TRECE ha visitado el Seminario Conciliar de Madrid para conocer cómo viven los seminaristas

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Pablo Herrera y Omar Enrique Dávila son dos de los nueve seminaristas del Seminario Conciliar de Madrid que este año han comenzado el propedéutico, el primer año de su formación hacia el sacerdocio. Por el Día del Seminario celebrado este fin de semana, ambos han cambiado los ambones de las parroquias madrileñas por el micrófono de 'Ecclesia' (TRECE, domingos a las 13h) para dar testimonio de su vocación y su discernimiento.

Para Pablo, la toma de contacto con el seminario es algo especial: “Al principio es un poco raro, porque es todo nuevo, todo distinto. Además, estamos separados del resto de seminaristas en esta primera etapa, en la que vamos viendo nuestro camino”.

El deseo de darse a los demás

Este joven de 24 años ha dejado sus estudios de ingeniería industrial para responder a la llamada que Dios le ha hecho. “Aunque te planteas la vocación, con la rutina lo vas apartando. Pero es verdad que al final Dios te gana. Mi vida era un poco vacía, hacía muchas cosas para mí, pero nació en mí el deseo de amar a los demás y entregarme a Cristo siendo sacerdote”.

Omar, por su parte, atravesó un camino más largo para ahora discernir su vocación en el seminario. Estudió derecho en Venezuela, donde ejerció su profesión durante dos años. Luego probaría una experiencia vocacional con los salesianos en Perú, hasta que finalmente aterrizó en el Seminario Conciliar de Madrid. “Antes de entrar, nos decían que íbamos a llegar con un plan hecho, y que ese plan se iba a caer”. Ahora agradece a Dios cómo actúa en su día a día, y que las cosas “no las tiene que hacer por sus propias fuerzas”.

Asentar la vocación

El curso de propedéutico sería como abrir el libro de la vocación, mientras que los años de formación en el seminario suponen leerlo. Al menos así es como lo define su formador, Roberto González Tapia. Durante este año asientan su vocación, y son introducidos en el misterio de Jesús, en la realidad de la Iglesia y en la vida sacerdotal. Su día a día consiste en la participación en la Eucaristía, el cuidado de la oración a través de la Liturgia de las Horas, y el estudio y la formación.

La experiencia del servicio la conocen a través del voluntariado, que estos jóvenes seminaristas de Madrid realizan con personas vulnerables o en riesgo de exclusión social. Pablo, por ejemplo, le da clases de español a aquellos que desconocen el idioma, mientras que Omar les introduce en la elaboración de currículums y la preparación de entrevistas de trabajo.

Durante los próximos ocho años, estos jóvenes seguirán creciendo y formándose para llegar a ser sacerdotes, y hacer realidad ese deseo vocacional: llevar a las personas al encuentro con Dios.

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