Manuel Luque: fusilado en Marchena por expulsar de la iglesia a unos sindicalistas en julio de 1936
Sacristán del monasterio de Santa Clara, Luque será beato el 18 de noviembre. Su valentía ante quienes pretendían acabar con la misa, provocó su detención y posterior ejecución
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Manuel Luque Ramos no pertenecía a ningún partido político en la convulsa y polarizada España de la década de los años treinta. Cristiano laico, Manuel era conocido en Marchena (localidad de Sevilla) por ser el sacristán del monasterio de Santa Clara. Le apodaban 'Manolito'. En los primeros días de Guerra Civil Española logró expulsar de la parroquia a un grupo de sindicalistas armados que pretendían reventar la misa. Una actitud valiente y de defensa de la fe que le costaría días más tarde su fusilamiento.
Manuel, del que pocos datos se tienen sobre su infancia, será beatificado el próximo 18 de noviembre en la Catedral de Sevilla junto a otros 19 sacerdotes y laicos. Tal y como se recoge en el libro 'Mártires de la persecución religiosa en la archidiócesis de Sevilla', fue el único hijo del matrimonio de Manuel y Encarnación. Nacido en Marchena en 1893, fue fusilado el 22 de julio de 1936 con tan solo 43 años.
Procedía de una familia humilde. Su padre era labrador. Como decimos, las principales señas que se tienen de Manuel Luque Ramos coinciden en el tiempo con la sublevación militar del 18 de julio de 1936. En Marchena los incidentes se multiplicaban. Fue el primer asesinado en Marchena sin ser político. Era un obrero y un simple cristiano congruente.
La valentía de Manuel al expulsar del templo a los sindicalistas armados
Aquella mañana, el Padre Emilio se dirigía desde su residencia en el convento mercedario de San Agustín al monasterio de Santa Clara, de donde era sacristán Manuel. Tuvieron serias dificultades para oficiar la Eucaristía, por la amenaza de un grupo de sindicalistas que irrumpieron en el templo. El agustino Cano Manrique fue testigo de lo ocurrido en el interior de la iglesia, y que todavía se puede leer en estos días, casi noventa años después.
“A las siete de la mañana del día 18 de julio bajaba el padre Emilio desde San Agustín hasta el monasterio de Santa Clara. Debía celebrar la santa misa puesto que era el capellán de dichas religiosas clarisas. En la confluencia de la calle Sevilla con la de San pedro, se encontró con un grupo numeroso de sindicalistas armados que, haciendo muestras ostensibles se reían de él. Acelera el paso y llega a la iglesia”, comienza relatando el Padre Cano Manrique.
En la iglesia ya se encontraba Manuel Luque, el monaguillo y recadero de las religiosas. La primera reacción del futuro beato fue recriminar al Padre Emilio su atrevimiento por salir de casa en aquel clima de violencia y odio a la fe que imperaba en aquellos días. Unos cuantos fieles esperaban de rodillas el inicio de la misa. Apenas comenzada la liturgia, los asaltantes accedieron al templo armados y, a gritos, ordenaban parar la Eucaristía: “¡Se acabó el teatro, todos a la calle!”
Ante aquel abuso por parte de los sindicalistas, Manuel Luque Ramos se enfrentó a ellos diciéndoles “¡los que se van a la calle sois vosotros. Nadie os ha llamado. Estamos en propiedad particular, si no tenéis fe es cosa vuestra, nosotros sí la tenemos, dejadnos en paz. Fuera todos!”, constató el Padre Cano Manrique.
Una postura la de Manuel tan gallarda como efectiva, ya que el grupo armado salió del monasterio y la misa continuó.
La actitud gallarda de Manuel hizo que fuese detenido y luego fusilado
Por aquella actitud, Manuel sería detenido en el centro militar que había establecido el comité municipal parea la defensa de la República para los milicianos en Marchena. Detención que se produjo sin garantías judiciales, ya que ni siquiera se le recluyó en la prevención municipal. En el momento de su detención, Manuel vivía solo con su madre, ya viuda.
También el Padre Cano Manrique relató lo ocurrido: “La actitud de Manolito, su valentía y decisión, impropias de sus pocos años, fueron sin duda causa de su muerte. Pobre entre los pobres, no pertenecía a la clase de los terratenientes, ni de los industriales, ni de los poseedores de alguna propiedad. Hijo de jornaleros, él también lo era, un ciado de los más baja cotización social: sacristán y recadero de monjas. No pertenecía a ningún partido político. Sencillamente era un cristiano. Nada podían echarle en cara los defensores del proletariado, puesto que era un proletario. Pero era un creyente que se enfrentó a ellos, arrojándolos de la iglesia. No era de los suyos, bien claro estaba, los suyos sumaban a la pobreza el ateísmo, y se rebelaban contra el opio o adormidera de la religión que esclaviza a los hombres. Fue el primer asesinado en Marchena sin ser político, sin pertenecer a partido alguno, pertenecía tan solo a la clases trabajadora siendo, a la vez, un cristiano congruente”, precisaba.
Las milicias asesinan a Manuel y huyen de Marchena ante la llegada de los sublevados
Junto a Manuel Luque se encontraba preso Manuel Muñoz Hoys, apodado como 'el inglés'. Ambos fueron maltratados psicológicamente, ya que les amenazaban con que serían utilizados como escudos humanos cuando intentasen entrar los sublevados en Marchena.
'El inglés' logró sobrevivir, por lo que pudo contar lo ocurrido. En su testimonio recoge que el 20 de julio el declarante en la Casa del Pueblo leyó la sentencia por el que Manuel y el propio 'inglés' serían amarrados en una silla para ser expuestos en medio de la calle para que, al entrar las tropas sublevadas, fueran blanco y que “en caso de la que tropa no hiciera blanco en ello, ya se encargarían de matarlos lo que por las azoteas estaban colocados”.
La detención de estos jóvenes sin significación política conmocionó a la población que protestó contra este abuso, y reclamaron ayuda para los sublevados, que ya dominaban algunas poblaciones cercanas a Marchena.
El 21 de julio los sublevados llegaron a Marchena y, las milicias, cumplieron con su amenaza de fusilar a Manuel antes de su huida.