Sufre un accidente en la carretera y lo que pasó cuando fueron a socorrerle no ocurre ni en las películas
El percance que sufrió el varón en la carretera no fue nada con lo que ocurrió posteriormente cuando fue auxiliado
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Sandra e Iván son actualmente un matrimonio consolidado que se conoció fruto de la casualidad a finales de la década de los ochenta en la localidad toledana de Madridejos. Iván, sin embargo, es natural de un municipio cercano, Manzaneque, donde vivía con sus padres y hermanos. No obstante, Manzaneque ofrecía pocas oportunidades de ocio, por lo que cada fin de semana Iván se desplazaba junto a su hermano mayor en el coche de este último a los pueblos de alrededor para divertirse.
Un sábado cualquiera de hace más de tres décadas, recalaron en Madridejos, donde en aquellos años estaba abierto un bar de copas que adquirió gran fama entre los municipios cercanos. Allí Sandra e Iván coincidieron una noche, ella con su pandilla de amigos y él con su hermano. Tras varias semanas de coincidencia y de conocerse cada vez más, surgió el amor.
Ambos comenzaron una relación, aunque conviene resaltar que las facilidades y las condiciones no eran las mismas que las actuales. Los 35 kilómetros que separan Madridejos y Manzaneque constituían toda una muralla en la España de finales de los ochenta, con unas carreteras infinitamente peores que las actuales. Ello unido a la ausencia de telefonía móvil o aplicaciones por WhatsApp, hacían de aquel noviazgo algo complicado, que se reducía a dos llamadas por semana y poder verse los sábados. Asi estuvieron casi tres años, el tiempo que tardaron en casarse en el pueblo de Sandra, Madridejos.
Un noviazgo complicado debido a la distancia
Pero como hemos comentado anteriormente, el noviazgo no fue sencillo. Iván mantuvo algunas diferencias con su hermano, lo que hizo que sus caminos se separaran. De esta manera, Iván no podía desplazarse desde Manzaneque y hasta Madridejos en el coche de su hermano. Por aquel entonces no existía una línea de autobús que realizara el trayecto. Pero aquello no impidió a Iván seguir adelante, y desplazarse hasta Madridejos como podía, generalmente gracias a varios autostop, una vía que en la España de no hace tanto era más frecuente que en la actualidad, donde el individualismo social está a la orden del día.
No importaba que fuera invierno o verano. Iván no faltaba ningún sábado a su cita con Sandra. Su ímpetu estuvo a punto de jugarle una mala pasada con nefastas consecuencias. Y es que una tarde de verano, con más de 40 grados a la sombra, Iván se encontraba en medio de la carretera esperando que algún turismo le acogiera en autostop y acercarle a Madridejos. Pasaban los minutos, y no había un alma por la vía.
La vida de Iván corría peligro
No tuvo más remedio que parar y tumbarse. Iván estaba completamente deshidratado y expuesto al sol. Estaba al borde del desmayo. En aquel momento, según relata a COPE.es más de treinta años después, "no podía hacer otra cosa que rezar por que no me pasara nada o para que viniera alguien que me ayudara", relata. Así las cosas, comenzó a pedir ayuda al Cristo de la Fe de Manzaneque, del que Iván es devoto.
Pocos minutos más tarde y en aquellas deplorables circunstancias, apareció de lejos un autobús interurbano que se acercó a un Iván al borde de la insolación. El chófer de autobús no era otro que el futuro suegro de Iván y madre de Sandra, que durante más de 40 años dedicó su vida profesional a la conducción de autobuses.
Como no pudo ser de otra manera, Iván recibió su ayuda, e incluso aprovechó que no había nadie montado en el autobús para trasladarle hasta su destino, Madridejos, para así estar con su novia, Sandra. Tantos años después de aquello, Iván está convencido de que el Cristo de la Fe escuchó sus plegarias.
En la actualidad el suegro de Iván ya no vive. Ambos mantuvieron una relación de amistad tras la boda con su hija y, sin duda jugó un papel esencial aquella tarde de verano.