Suspendidos por primera vez desde el siglo XVI los "picaos" de Semana Santa

"No tenemos memoria en el tiempo de suspender este ritual" ha dicho el portavoz de la Cofradía, José Ramón Eguíluz

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El rito de los "picaos", que se repite cada Semana Santa en la villa riojana de San Vicente de la Sonsierra desde el siglo XVI, se ha suspendido este año por el Covid-19 para evitar el contagio entre los disciplinantes y entre las miles de personas que suelen acudir a presenciarlos.

La Cofradía de la Santa Vera Cruz y los Disciplinantes ha adoptado este acuerdo en una junta directiva no presencial, tras recibir una recomendación del Secretariado de Cofradías y Hermandades de la Diócesis riojana sobre la suspensión de los actos cuaresmales hasta el Viernes de Dolores. El portavoz de la Cofradía, José Ramón Eguíluz, ha señalado este miércoles a Efe que la decisión de suspender los "picaos" constituye un ejercicio de "autorresponsabilidad" para el disciplinante, ya que "espera este momento" para practicar su penitencia, pero también para San Vicente de la Sonsierra, por las pérdidas económicas que ello supone.

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Los picaos se celebrarán en la festividad de la Cruz de Mayo

También ha indicado que si las circunstancias por las que se ha suspendido este ritual cambian, los picaos se celebrarían en la festividad de la Cruz de Mayo, pero de momento no hay nada decidido al respecto. Los "picaos", declarados Fiesta de Interés Turístico Nacional en 2005, participan en las procesiones al aire libre del de Jueves Santo y Viernes Santo; así como en el interior del templo en la Hora Santa. "No tenemos memoria en el tiempo de suspender este ritual", que constituye uno de los más peculiares y populares de la Semana Santa española, ha detallado Eguíluz, quien ha explicado que incluso durante la II República "el rito de la disciplina se celebró clandestinamente".

Los disciplinantes salen en procesión descalzos, con la cara cubierta, vestidos con túnica blanca y la espalda desnuda y se flagelan con una madeja de algodón, de entre 750 y 850 gramos, con la que azota unos 800 golpes en unos 20 minutos, tras lo que el práctico que le acompaña le golpea levemente tres veces cada lado de la espalda, en la zona lumbar, para que brote un poco de sangre y evitar molestias posteriores, pero nunca para mortificar más o aumentar el sufrimiento, ha dicho.

Los cristales que contiene la "esponja" que se utiliza para el picado permiten que cada disciplinante reciba 12 pinchazos, que simbolizan los 12 apóstoles, tras lo que recibe un lavado higiénico y sanitario de los efectos de la punción y hematomas producidos.

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