La vida consagrada "tiene mucho que enseñar" sobre cómo vivir el Sábado Santo

TRECE viaja este Sábado Santo a conocer cómo viven este día las monjas de clausura en el Monasterio de San Benito, en Talavera de la Reina.

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Redacción Religión

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El Sábado Santo suele pasar desapercibido en la intensidad del Triduo Pascual y sin embargo tiene mucha importancia: “Es un día para vivir la esperanza y para sentir que en la soledad no estamos solos, sino que Dios nos acompaña y por esto es muy importante la figura de María, nuestra Madre".

"Acompañamos su soledad, pero mucho más acompaña ella la nuestra, que sintamos que en esa soledad está Dios y que Él va a dar respuesta a lo que a veces encontramos sin sentido. Por eso el Sábado Santo es un día fundamental que nos prepara para el Día de la Pascua”, explican las monjas de clausura en el Monasterio de San Benito Talavera de la Reina.

¿Qué sería nuestro mundo si el Señor no estuviera entre nosotros?

La ausencia de Eucaristía se nota especialmente en la vida de clausura: “La verdad que nos falta algo, por no decir todo. Que afortunados somos de poder tener al Señor cada día y recibirlo, y saber que está hasta el fin del mundo con nosotras. Ver que no podamos recibirle ese día o que el sagrario está vacío es sentir esa “ausencia” de no tener el Señor. ¿Qué sería nuestro mundo si el Señor no estaría entre nosotros?”

Además es un día también para pensar en los difuntos: “En este día tan especial tenemos esa confianza y esa esperanza de que ya gozan con Cristo Resucitado. El cementerio para nosotras es nuestro parque porque vamos todos los días cuando no llueve para visitar nuestras hermanas que las hemos querido tanto”. Ese día las tareas se reducen, se intensifica la oración y el ayuno: “Las tareas disminuyen para enfocarlo todo preparando la Vigilia, nuestro oficio de Lecturas es bastante prolongado, también tenemos ayuno, por la mañana nos tomamos un vaso de leche, un poco de pan y al mediodía nos ponen un potaje muy sencillo”.

Sin campanas hasta la vigilia

Incluso se suprimen las campanas y, en lugar de eso, para llamar a la oración se recurre a la carraca. Es un día bañado por la esperanza que se concreta en la Vigilia Pascual, preparada con mimo durante toda la jornada: “Nosotras preparamos la Vigilia con ese gozo inmenso: el cirio pascual, las flores, todo lo vamos viviendo con ese gozo que va creciendo para ese momento de la Vigilia. También unidas a la cofradía del Cristo Resucitado que está aquí su sede y los hermanos ya empiezan a poner las flores, ya huele a Pascua y todo nos va abriendo a esa esperanza y a ese gozo de saber que Cristo vive y vive con nosotros”.

El Sábado Santo es el único día del año en el que no se celebra la Eucaristía. Para personas que vivimos en países como España no es nada difícil ir a misa, pero para gente que viven en países en guerra eso puede ser complicado. De la vida conventual a la misión, Suor Sabrina Iragui vivió 40 años en Ruanda y Burundi y así es cómo vivió la eucaristía en tiempos de persecución: “En el tiempo de la persecución, la gente venía a Misa con mucho fervor”. En Burundi los sacerdotes fueron encarcelados y con ellos el acceso a la Eucaristía. La ausencia sacramental del sábado santo se convertía en el día a día de estos cristianos: “Cuando metieron a los sacerdotes en la cárcel no podíamos celebrar. Los catequistas y nosotras hacíamos una celebración, pero no es una eucaristía completa. Yo he visto que cuanto más perseguida es la Iglesia más fuerte es. Los cristianos son mucho más responsables y más fuertes y se sienten llamados a reemplazar el sacerdote”.

La vida consagrada tiene mucho que enseñar sobre cómo vivir el Sábado Santo, un día de espera para la resurrección y la celebración central de los cristianos, la vigilia pascual.

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