"Reinan con Cristo para siempre"

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Carta pastoral con motivo de la beatificación de cuatro mártires

de la diócesis de Tarazona. (III)

Los nuevos beatos

Queridos hermanos y amigos:

En el semanario Iglesia en Tarazona del pasado día 28 de de julio, se dedicaba a ellos un artículo con título: Conozcamos a los nuevos Beatos de nuestra diócesis. En él se daban detalles de su vida y martirio: Hno. Antonio Arrué Peiró, orionista de Calatayud; Fray Cruz Ibáñez López, hermano de San Juan de Dios de Saviñán; Madre María Montserrat García Solanas, religiosa mínima; y su hermana Lucrecia García Solanas, laica, ambas de Aniñón.

A ellos dediqué una carta semanal que se publicó el día 3 de febrero de este año, aunque todavía no estaba aprobada la causa de fray Cruz Ibáñez López y por ello no se hacía referencia a él. Los cuatro desde distintas edades y carismas supieron ser testigos de la fe hasta el final de sus vidas.

El martirio un testimonio que nos ayuda en el Año de la Fe

La gran celebración de esta beatificación ha querido coincidir con la celebración del Año de la Fe. Los Obispos españoles dirigíamos a todos los fieles cristianos con tal motivo un mensaje titulado: Los mártires del siglo XX en España, firmes y valientes testigos de la fe. En él subrayábamos las palabras de papa Benedicto XVI en la Carta Apostólica Porta Fidei, 13: Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor, con el perdón de sus perseguidores.

Los mártires no sólo se convierten en nuestros intercesores, son también un modelo de la confesión de la fe; son ejemplo de santidad, de la unión con Cristo por la fe y el amor a la que todos estamos llamados (Porta fidei, 13). No todos estamos llamados al martirio cruento de derramar nuestra sangre por la confesión de la fe pero sí lo estamos al martirio incruento de confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirlo en el camino de la Cruz en medio de incomprensiones y persecuciones que nunca faltan al cristiano y a la Iglesia.

El siglo XX ha sido llamado el siglo de los mártires, numerosos hermanos nuestros han dado en distintos lugares del mundo testimonio de su fe incluso en mayor número que en épocas pasadas del la historia de la Iglesia. En un siglo materialista y secularizado admira el testimonio de tantos cristianos que llenos de fe y caridad han derramado su sangre por Cristo.

En todos ellos hay unas características que coinciden: la alegría de la fe, la firme decisión de seguir a Cristo, el perdón generoso a los perseguidores. Todos, personas con gran cultura o de sencilla formación; ricos o pobres; de distintos niveles sociales; obispos, sacerdotes, religiosos o laicos; con una fe sencilla o con profundos conocimientos teológicos; se vieron abrazados en una misma fe, en un mismo amor en un mismo testimonio.

Sobrecoge los muchos jóvenes que fueron martirizados pero, a la vez, asombra y admira el que tantos de ellos tuvieran la firmeza en el martirio. Cuántos jóvenes laicos y seminaristas o novicios, aunque fueron invitados al disimulo y a la renuncia de la fe, sin grandes complicaciones, se manifestaron firmes y fuertes en la fe ofreciendo, en muchos casos, vidas con un gran futuro.

El testimonio de la fe que debemos presentar en nuestros días, frente al secularismo y el ateísmo contemporáneo, como nos dice la Gaudium et spes (21) es, además de la propuesta adecuada, el testimonio de una fe viva y madura, lo que hicieron nuestros mártires del siglo XX.

El mártir es el testigo, el confesor de la fe por excelencia. Por esta razón, su beatificación es una gracia, porque contribuye a que no se olvide el gran signo de esperanza que constituye su testimonio. Ellos siguen estimulando la vida de tantos y tantos creyentes en Jesucristo. Ellos murieron perdonando. En su perdón ofrecido encontramos el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación y del que tan necesitados seguimos estando.

Al recordar a estos mártires nos vemos invitados a renovar nuestra fe y a seguir proclamando el Evangelio de Jesucristo desde los valores que fomentan el valor de la vida, de la paz y de la reconciliación.

Un impulso para la vida de nuestra diócesis

Nuestros nuevos cuatro mártires deben suponer para nosotros un impulso para la vida de nuestra diócesis de Tarazona. En esta carta pastoral he querido recordar a nuestros mártires del siglo XX, es una memoria agradecida por lo que el Señor ha realizado en la vida de nuestra diócesis; es también una llamada a no desfallecer y a vivir el futuro con esperanza. Somos una diócesis pobre y pequeña pero no debemos desfallecer, ni perder la ilusión de vivir nuestra fe y el ardor misionero. Sea cual sea nuestra edad y nuestras circunstancias vivamos con pasión y amor nuestra fe.

Que los beatos Antonio, Cruz, Montserrat y Lucrecia rueguen por nosotros.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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