Beryslav, uno de los pueblos más castigados de Ucrania, protagonista en la JMJ de Lisboa con el Papa

El sacerdote greco-católico Oleksandr Bilskyi ha relatado el martirio que vive la ciudad como consecuencia de la guerra. Algunos jóvenes fueron recibidos por el Papa en la JMJ

Beryslav, uno de los pueblos más castigados de Ucrania, protagonista en la JMJ de Lisboa con el Papa

Redacción Religión

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El sacerdote greco-católico de Ucrania, el Padre Oleksandr Bilskyi, ha dado testimonio de la dificultad de vivir en las zonas más afectadas por la guerra y más cercanas al frente. Su esposa Iryna fue una de los cuatro adultos que acompañaron a los jóvenes desde distintas partes de Ucrania, devastada por la invasión rusa, a la JMJ de Lisboa.

En una entrevista, Iryna remarcaba que “llevamos al Santo Padre regalos simbólicos" a Lisboa, durante el encuentro que mantuvo con estos jóvenes castigados por el conflicto bélico: “Los jóvenes apreciaron mucho que el Papa quisiera compartir el pan y el agua con ellos. Al compartir el pan con nosotros, compartió nuestro dolor, y eso fue muy valioso para todos nosotros", asevera la esposa del sacerdote greco-católico.

La historia de la ciudad ucraniana de Beryslav, tomada por Rusia

Entre ellos había jóvenes de regiones y ciudades como Kharkiv, Zaporizhzhia, Kherson, lugares muy castigados por la guerra. Iryna, acompañada de sus dos hijas, contó al Papa Francisco la historia de Beryslav, una pequeña ciudad de la región de Kherson, en el sur del país. Aunque la joven no nació allí, Beryslav se ha convertido en un lugar muy querido para ella porque es donde su su marido, el Padre Oleksandr, ejerce su servicio sacerdotal en una pequeña comunidad greco-católica local, que ha llegado a ser como una familia para ellos.

Beryslav está situada en la orilla derecha del río Dnipro y fue ocupada por los rusos en los primeros meses de la invasión de Ucrania. Fue liberada por el ejército ucraniano en noviembre del año siguiente. Durante los nueve meses de ocupación rusa, esta pequeña comunidad greco-católica ofrecía diariamente comidas calientes a los necesitados en su cantina, instalada en el interior de la iglesia recién construida. Cuando empezó la guerra, el Padre Oleksandr no estaba en la ciudad, lo que le impidió llegar a su comunidad durante la ocupación. Sin embargo, aunque a distancia, se las arregló para llevar la cantina. Volvió allí tras la liberación y ahora continúa su ministerio, a pesar de que Beryslav es bombardeada continuamente.

En declaraciones a Vatican News, el Padre Oleksandr ha comentado que la situación es muy difícil en Beryslav ante la cercanía de las tropas enemigas. Sólo cuatro kilómetros separan Beryslav de los militares rusos, con otros pueblos la distancia baja a dos o tres kilómetros. "Esto significa que todo lo que tienen en su arsenal vuela hacia nosotros. La destrucción es considerable: cerca del 50% de las casas de Beryslav ya han sufrido daños. Hace quince días fue alcanzada la zona cercana a nuestra parroquia, un fragmento del misil atravesó la vidriera, rebotó en la pared y cayó sobre el trono del obispo, detrás del altar. Dentro de la iglesia estaban nuestras voluntarias, las mujeres, que preparaban el almuerzo para los necesitados y gracias a Dios nadie resultó herido. Otro trozo de metralla entró en la pared de la casa prefabricada que utilizamos como cocina, nuestros voluntarios también estaban trabajando allí y resultaron ilesos", ha relatado.

Por ello, Iryna llevó a algunos de los jóvenes de esta ciudad a la JMJ de Lisboa, para que la gente pudiese tocar con sus propias manos el sufrimiento real de la gente: “En muchos pueblos no hay electricidad y, por tanto, tampoco agua. En algunos pueblos, el agua se bombea de los pozos una o dos veces por semana y la gente intenta abastecerse. Por lo tanto, hay una gran necesidad de kits de higiene y agua potable”, ha continuado exponiendo el religioso.

El miedo es un concepto del que no se habla mucho en Ucrania. Es natural que la gente lo tenga, porque todo el mundo quiere vivir. La cuestión es que la gente consiga superarlo para poder ayudar al prójimo. La familia del P. Oleksandr vive en Ternopil, al oeste del país, pero él va a Beryslav todas las semanas durante tres o cuatro días y luego se marcha en busca de fondos y ayuda para llevar a la población.

A veces se queda en su parroquia una o dos semanas, según la situación y las necesidades de los habitantes. Parte del camino que recorre hasta Beryslav pasa junto al río Dnipro, y es muy arriesgado viajar por allí. “¿Tengo miedo? Claro que tengo miedo", explica, "pero tengo más miedo de no poder llevar comida a la gente de los pueblos; es mucho más aterrador mirarles a los ojos y ver la esperanza defraudada. No temo tanto por mí como por nuestros voluntarios, que están allí todos los días", ha manifestado.

El padre Oleksandr, junto con sus feligreses y los voluntarios del comedor, cree firmemente en el poder de la oración. Sólo el Señor nos sostiene", subraya, "en la oración nos da la fuerza para seguir adelante y hacer buenas obras, para que la gente con la que nos encontramos pueda sentir la presencia de Dios y la presencia de la Iglesia en sus vidas en estos tiempos oscuros".