La Iglesia en Myanmar sigue caminando con su pueblo, un año después del golpe militar: "Paz y reconciliación"

Con motivo del primer aniversario del golpe militar en el país, el card. Bo ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional: "Se necesita ayuda humanitaria"

La Iglesia en Myanmar sigue caminando con su pueblo, un año después del golpe militar: "Paz y reconciliación"

Vatican News

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Un año después del golpe de Estado que llevó a cabo el ejército en Myanmar, el pueblo birmano sigue sin reconocer la autoridad de los militares, se ha disparado la violencia, la economía del país está en caída libre y no se ve en el horizonte próximo la convocatoria de elecciones democráticas.

Los obispos católicos del país reiteran su cercanía al pueblo que sufre, instando a la Iglesia y a los cristianos a ser “el sanador herido” y “un instrumento de paz”. El arzobispo de Yangon en Myanmar, el cardenal Charles Bo dijo en un mensaje enviado a Vatican News: “Sentimos vuestro dolor, vuestro sufrimiento, vuestra hambre; entendemos vuestra decepción; entendemos vuestra resistencia”.

El cardenal subrayó además que “a los que sólo creen en la resistencia violenta les decimos que hay otros medios”.

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Un año del golpe en Myanmar: “Han muerto personas torturadas y el ejército ha cometido masacres”

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El golpe militar del 1 de febrero de 2021

El 1 de febrero de 2021, el ejército de Myanmar, dirigido por el general Min Aung Hlaing, depuso al gobierno electo de la Liga Nacional para la Democracia de Aung San Suu Kyi, deteniéndola a ella y a otros líderes electos. El golpe provocó protestas y huelgas generalizadas para exigir la liberación de la líder y el restablecimiento del proceso democrático.

Las fuerzas de seguridad de la Junta Militar respondieron con una violenta represión contra los opositores al golpe, matando hasta ahora a casi 1.500 manifestantes y deteniendo a más de 11.700 personas.

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Vía Crucis prolongado

El cardenal Bo hizo numerosos llamamientos a favor del retorno pacífico al régimen civil y del respeto de los derechos humanos y la libertad y expresó su profunda preocupación por la desesperada situación de la población. Describió el sufrimiento humano bajo el régimen militar como un "prolongado viacrucis, donde el Jardín del Edén se convierte en el Monte Calvario".

Según las últimas estimaciones de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), se cree que los disturbios de Myanmar han sumido en la pobreza a casi la mitad de los 54 millones de habitantes del país, echando por tierra los notables avances conseguidos desde 2005. Se calcula que 14 de los 15 estados y regiones han superado ya el umbral crítico de la malnutrición aguda.

El cardenal Bo, que también es presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC), describió la situación actual como un momento de "caos, confusión, conflicto y agonía humana vertiginoso crecimiento". La gente vive en una atmósfera de miedo, ansiedad y hambre: "todo Myanmar es una zona de guerra", precisó.

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Un conflicto creciente

El cardenal de 73 años afirmó que los obispos siguen acompañando a su pueblo, "apoyando el acceso a la ayuda humanitaria e instando a todas las partes a recorrer un camino de paz y reconciliación".

Las iglesias que han ofrecido refugio a los refugiados que huyen de los enfrentamientos entre el ejército y los grupos armados están siendo objeto de ataques y bombardeos por parte de los militares. Se detuvo a sacerdotes y pastores, y se mató a muchos civiles desarmados, entre ellos cristianos.

El conflicto entre el ejército y los grupos armados ha provocado un gran número de desplazados en el país y fuera de sus fronteras. Algunos expertos de la ONU han expresado su temor de que el país pueda caer en una guerra civil en toda regla, con consecuencias aún más dramáticas.

El cardenal Bo deploró los ataques a lugares de culto, en los que murieron personas que buscaban refugio. En particular, la CBCM denunció la masacre de al menos 35 civiles, entre ellos cuatro niños y algunos trabajadores humanitarios, que fueron asesinados o quemados vivos en la víspera de Navidad en la aldea de Mo Son, en el estado de Keyah.

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Sanadores y pacificadores

Observando que los cristianos han "sufrido mucho" como consecuencia del golpe, el cardenal Bo expresó la cercanía de la Iglesia a ellos en este " viacrucis ". "Pero como Iglesia y como cristianos seguimos las indicaciones del Papa Francisco", dijo. "Convirtámonos en el sanador herido, seamos un instrumento de paz; encendamos la lámpara de la esperanza en medio de la frustrante oscuridad".

Dirigiéndose a los líderes militares, el presidente de los obispos de Myanmar les aseguró que la Iglesia está comprometida con el bien del pueblo y la resolución pacífica de todos los problemas."Hemos llamado constantemente al diálogo, a la liberación de los detenidos, a una mayor libertad de expresión y al respeto de los derechos fundamentales de todos", explicó el purpurado, pidiendo urgentemente que se garantice el acceso humanitario a millones de personas afectadas.

El arzobispo de Yangon lamentó que, tras "un periodo inicial de interés, Myanmar parece haber desaparecido del radar mundial". Instó a la comunidad internacional a recordar a Myanmar y a ayudar al país en su lucha por la paz. Esto puede hacerse, explicó, poniendo fin al suministro de armas y garantizando un mayor acceso humanitario a los necesitados.

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