Nigeria: Radicales islámicos asaltan la catedral y una iglesia en la diócesis de Sokoto
La turba protestaba por la detención de dos jóvenes que participaron el día 11 en la lapidación de una estudiante cristiana a la que tildaron de «blasfema»
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La catedral de la Sagrada Familia y otra iglesia de la diócesis de Sokoto (Nigeria) fueron atacadas el pasado sábado, 14 de mayo, por una turba de musulmanes. Según ha informado la diócesis en su página de Facebook, grupos de jóvenes guiados por varios adultos destrozaron las vidrieras de la seo, la secretaría y un autobús estacionado en las inmediaciones. Asimismo, incendiaron también parte de la iglesia de San Kevin y rompieron las ventanas del nuevo complejo hospitalario en construcción. Dado el clima de tensión y violencia reinante, el obispo Matthew Hassan Kukah se vio obligado a suspender las celebraciones del día siguiente, domingo. El prelado pidió a los cristianos que respetaran las leyes y rezaran por la vuelta a la normalidad. El gobernador del Estado, no obstante, se vio obligado a declarar el toque de queda durante 24 horas para controlar la situación y evitar nuevos ataques a otras instalaciones cristianas.
Según el periódico Eagles Reporters, «los sureños y los cristianos que viven en Sokoto se vieron obligados a subir a los tejados para evitar ser linchados y ahora viven con un miedo permanente».
Deborah Kubaya: lapidada, apaleada y quemada
Los radicales protestaban por la detención de dos jóvenes que tres días antes habían participado en el asesinato de una joven cristiana a la que acusaron de blasfemia.
El crimen en cuestión tuvo lugar el día 11 y conmocionó a Nigeria. La víctima, una joven llamada Deborah Yakubu, fue primero lapidada y apaleada por una turba de estudiantes (se habla de unos 200) que, después, amontonaron madera y neumáticos, y le prendieron fuego. El «delito» de la chica no fue otro que el de pedir a los miembros del grupo de whastapp del que formaba parte que dejaran de incluir en él contenido religioso y se limitaran a lo meramente académico. Hasta donde ha trascendido, la muchacha en ningún momento profirió ofensas al islam o a Mahoma.
El asesinato fue cometido a plena luz del día en las instalaciones de la universidad en la que Yakubu estudiaba Economía Doméstica, sin que los servicios de seguridad hicieran nada para impedirlo. Sokoto es una ciudad de unos 600.000 habitantes en el Estado norteño del mismo nombre, cuya población es en su inmensa mayoría musulmana.
Deborah era natural de Tunga Magajiva, un pueblo del vecino Estado de Kebbi a cuyo cementerio cristiano fue conducido el cadáver para su inhumación. El funeral transcurrió en un clima de tensión y gran emoción. Según la prensa local, la madre de la difunta entró en shock al enterarse del asesinato de su hija, del que tuvo conocimiento por los medios de comunicación. La ceremonia fue oficiada por un tío de la joven que es pastor de la Iglesia evangélica, la más numerosa confesión cristiana de Nigeria con unos diez millones de fieles.
Condenas cristianas
El obispo de Sokoto condenó de inmediato y «en los términos más enérgicos» este nuevo acto de barbarie. Monseñor Kukah pidió a las autoridades que garantizaran que «todos los culpables» serían «llevados ante los tribunales» y «castigados de acuerdo a las leyes vigentes» sin importar los motivos que llevaron a cometer el crimen. El prelado puso énfasis en que lo ocurrido «nada tiene que ver con la religión» —«los cristianos han vivido en paz en Sokoto con los musulmanes durante años»— e insistió en que el caso debe ser tratado como «un acto delictivo».
El arzobispo de Lagos también exigió justicia. «Cuando asesinas a un prójimo con una acusación de blasfemia, no solo has cometido asesinato, sino que has sembrado la semilla del odio, la sospecha y has desencadenado las emociones negativas correspondientes que podrían convertirse en una profunda crisis», dijo monseñor Alfred Adewale Martins. «Nadie tiene derecho a derramar sangre humana arbitrariamente. No está en nuestra constitución; no está en nuestras costumbres o tradiciones. Tal acto es arcaico y censurable y debe ser eliminado totalmente de nuestro ADN. Todos los culpables de este asesinato deben enfrentarse a las consecuencias y todos debemos asegurarnos de que se vea que se hace justicia».
«Mahoma fue insultado y no mató a nadie por ello»
Algunos líderes musulmanes, como el gobernador del Estado o el sultán de Sokoto, han condenado de manera firme e inequívoca el asesinato. Numerosos clérigos islámicos han insistido igualmente en que el rigor y el extremismo del que hacen gala los islamistas no reflejan en absoluto la religión que ellos profesan. Pero ha habido pronunciamientos, como el del propio presidente del país, el general retirado Buhari, que no han sido tan explícitos. Al mismo tiempo que condenada el asesinato, Buhari dijo que «se debería respetar la religión de las otras personas», lo que podría ser interpretado como que la víctima no lo había hecho y servir para justificar el crimen.
El jeque Ahmed Gumi, muy respetado e influyente en Nigeria, ha recordado a los fieles que durante su vida «el profeta Mohammed fue insultado repetidamente por los no musulmanes, pero no mató a nadie por ello».
La diócesis de Sokoto tiene unos 70.000 kilómetros cuadrados y pertenece a la provincia eclesiástica de Kaduna. Abarca todo el Estado de Sokoto (4,3 millones de habitantes, fronterizo ya con Níger) y parte de los Estados vecinos de Zamfarra, Kebbi y Katsina. Cuenta con 27 parroquias y una misión, atendidas por 48 sacerdotes, cinco religiosos y 23 religiosas. En 2020 se formaban allí 41 seminaristas. El número total de católicos en Sokoto es de 44.630, sobre una población de 18 millones.