Paulo Matica: el catequista mozambiqueño que salvó del terrorismo los valiosos documentos de su parroquia
Para salvaguardar los libros, Paulo permaneció 3 días escondido en la casa parroquial, para luego arriesgar su vida fuera de la ciudad de Palma, donde se produjeron los ataques
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Seguramente a casi nadie le suene el nombre del catequista Paulo Agostinho Matica, pero se ha convertido en todo un héroe en la ciudad de Palma en Mozambique, después de jugarse la vida para salvar los libros de registro de una iglesia local durante un ataque terrorista del grupo yihadista ISIS.
Esos documentos son considerados un tesoro, porque custodian la memoria histórica de la comunidad católica. Los hechos ocurrieron el pasado 24 de marzo, cuando los terroristas atacaron la ciudad, ubicada en Cabo Delgado, dejando decenas de fallecidos.
Once días después de aquel ataque, las fuerzas armadas recuperaron el control de la ciudad. En declaraciones a la fundación de ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’, Paulo Agostinho relataba que cuando el yihadismo llegó a la parroquia, se encontraba trabajando en el interior del templo.
“Estaba dentro, en la casa del sacerdote, serían las dos de la tarde. Los insurgentes de Al Shabaab llegaron y atacaron la parroquia de Palma”, dijo. Desde el momento en que se escucharon los primeros disparos y bombas, Paulo se propuso salvar los libros que resguardan la memoria histórica de la comunidad católica de la ciudad, pues contienen los registros matrimoniales y los nombres de los católicos bautizados y confirmados.
Paulo guardó el libro y en medio de personas huyendo y ante los constantes disparos y explosiones, permaneció escondido en la casa parroquial durante los dos primeros días de la toma de la ciudad de Palma.
Al tercer día, Paulo huyó de la casa parroquial
Al tercer día, el catequista abandonó su refugio y partió a casa de un amigo, desde donde viajó a Quitunda, una pequeña aldea ubicada en las afueras de Palma, que está vinculada a un megaproyecto de exploración de gas.
Posteriormente, Paulo viajó y llegó a Senga en la víspera del Domingo de Ramos, donde se encontró con una pequeña comunidad cristiana. Paulo relató que, en medio de ese contexto de violencia, había personas confundidas sin saber qué hacer ni hacia dónde huir, entre ellos algunos cristianos, que al enterarse que era catequista le pidieron ayuda para orar. “Me dijeron: ‘Queremos rezar’. Así que fui a la iglesia y rezamos”, dijo.
Como necesitaba encontrar un lugar más seguro para no perder los valiosos libros parroquiales, el joven catequista viajó a Mwagaza, otro pueblo cercano donde habitan algunos de sus parientes, y se quedó hasta el 11 de abril.
Luego, tras enterarse que el ataque terrorista en Palma había terminado, Paulo decidió arriesgarse y regresó a la parroquia para ver en qué estado había quedado. Por desgracia, el templo estaba saqueado.
“Los terroristas habían prendido fuego a las imágenes, a algunos bancos, a los altavoces, incluso unas ventanas nuevas que iban a sustituir las viejas”, señaló. Además, dijo que los terroristas se llevaron una importante suma de dinero que la parroquia necesita para cubrir los gastos.
Más de dos meses después del ataque, Paulo viajó a la ciudad capital de Cabo Delgado, para participar en la ceremonia de entrega de los libros parroquiales al Administrador Apostólico de la Diócesis de Pemba, Mons. Antonio Juliasse.
"Sin Paulo, los libros alimentarían la hoguera del odio"
El Prelado elogió la valentía y determinación de Paulo: “Ya sabía de la dedicación de este animador nuestro de la parroquia de San Benito de Palma, pero me produce una gran admiración que se haya preocupado por salvar los libros de registro de la parroquia”, dijo.
Destacó que el catequista arriesgó su propia vida para salvar estos libros “en un momento difícil de ataques, tiroteos, muertes y huidas”. Sin la valentía de Paulo, los libros “habrían servido para alimentar la hoguera del odio que los terroristas encendieron en el suelo de la iglesia”. Gracias al testimonio de un catequista, “ahora son parte del legado histórico de la diócesis”, concluyó Mons. Antonio Juliasse.