¿Sabías que la Virgen más venerada en Kazajistán tiene mucho que ver con las deportaciones soviéticas?
El Papa Francisco bendecirá el tríptico de 'La Madre de la Gran Estepa' durante su encuentro con obispos, sacerdotes y religiosos en su viaje al país asiático
Roma - Publicado el - Actualizado
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En tiempo de las Repúblicas Socialistas Soviéticas Kazajistán se convirtió en tierra de deportación por excelencia. Durante más de 30 años millones de ciudadanos soviéticos sufrieron deportaciones en la URSS.
Aquellos que, por un motivo u otro resultaban “sospechosos” para el estado soviético eran trasladados forzosamente desde los lugares donde habitaban hasta otras zonas normalmente inhóspitas y con temperaturas extremas. Entre ellos miles de católicos de nacionalidad polaca, ucraniana, alemana, pero también de Lituania y Bielorrusia fueron obligados a viajar hasta zonas deshabitadas de Kazajistán.
Las primeras deportaciones
Las primeras deportaciones comenzaron inmediatamente después de la Revolución rusa de 1917. Uno de los primeros pueblos en sufrirlo fueron los cosacos. El nuevo estado soviético acabó con el estatuto de autonomía que los zares les habían otorgado y los que no aceptaron las reglas del partido fueron duramente perseguidos. En los años treinta, por orden de Stalin, muchas comunidades cosacas terminaron en Siberia. Según datos históricos se deportaron unas 70.000 personas, y sus tierras se entregaron a los ingusetios y chechenos.
En los años 20 se inició la llamada época de la colectivización. Stalin dispuso que tanto las tierras como la mano de obra individual se transformaran granjas colectivas. Los trabajadores no recibían ningún salario, sino que se les entregaba una parte de lo que producían para cubrir sus necesidades y las de sus familias. Y para conseguirlo se comenzó a deportar a los agricultores “acomodados”, hasta el punto de que a principios de 1932 los campesinos que habían tenido propiedades y que las perdieron al ser deportados eran más de 1.100.000 ciudadanos. La mayoría fueron reubicados en Kazajistán.
A mediados de los años 30, comenzaron las deportaciones de los “elementos socialmente peligrosos”, es decir, personas cuya ideología no era compartida por el gobierno soviético. Hasta Kazajistán llegaron 10.000 polacos y 35.000 alemanes.
La ciudad de Karaganda era el centro de una red de campos de trabajo llamados “Karlag” (Karaganda lager), donde se encarcelaba a las víctimas de la persecución religiosa y política. Entre los sacerdotes deportados que contribuyeron a hacer crecer a la iglesia clandestina se encontraba el P. Alexij Saritski, beatificado por el Papa Juan Pablo II en 2001.
El lago que surgió en medio de la nada
El 10 de febrero de 1940 se produjo la primera de cuatro deportaciones masivas de polacos a Siberia y a Kazajistán, una política de "limpieza étnica" que afectó a entre 1,7 y 2 millones de polacos. Cerca de la mitad de los deportados encontró la muerte, muchos de ellos durante el viaje.
Como gran parte de los hombres estaban enrolados en la guerra, muchos de los deportados eran personas mayores y niños, obligados a buscarse solos la vida y a construirse sus casas por sus propios medios en medio del frío y de condiciones insalubres, por lo que los contagios eran frecuentes y la mortalidad muy alta. En 1941 las pocas reservas de alimentos que les quedaban fueron requisadas para dar de comer a los soldados en el frente.
En medio de esta situación los habitantes de un pequeño asentamiento, en su mayoría polacos afrontaban un gélido invierno a 40 y 50 grados bajo cero sin apenas alimentos. Decidieron confiarse a la Virgen, rezando con fe el Rosario para que Ella solucionara la situación y no murieran de hambre. Y en el mes de marzo ocurrió algo inexplicable. La nieve empezó a derretirse de forma repentina y donde hasta el momento había una tierra en la que no crecía nada apareció un antiguo lago que se había secado hace decenas de años. Ocupaba una extensión de aproximadamente 5 kilómetros cuadrados y su profundidad alcanzaba los 5 metros. Cuando se acercaron sorprendidos a comprobarlo comprobaron que además estaba repleto de peces con los que pudieron alimentarse no sólo ellos, sino los pueblos cercanos. El día de este milagro fue precisamente el 25 de marzo, la fiesta de la Anunciación de la Virgen. A partir de ese momento el pueblo se llamó Oziornoje (la ciudad del lago).
Con el tiempo se construyó un Santuario en Oziornoje para honrar a la Virgen. En el año 1995, el entonces obispo para Kazajistán y Asia Central consagró el país y Asia Central a la Virgen María Reina de la Paz.
La imagen de la Virgen que reproduce esta escena es reciente. El presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central, el obispo español José Luis Mumbiela mandó hacer un cuadro que recordara ese importante milagro. En el lienzo aparece la Virgen con el niño Jesús en sus brazos. El Niño entrega los peces a su Madre, y la Virgen los echa a las redes, símbolo de la misericordia.
El Papa bendecirá el tríptico de “La Madre de la Gran Estepa” durante su encuentro con obispos, sacerdotes y religiosos en su viaje a Kazajistán. La imagen se trasladará al Santuario mariano de Oziornoje, el único del país, a unos 400 kilómetros al noroeste de Nursultán. El autor ha sido un importante artista local, Dosbol Kasymov, quien se inspiró en el amor y reverencia que en la cultura kazaja existe por las madres.
La pintura muestra a la Virgen María como una mujer kazaja vestida con ropa tradicional. En sus brazos sostiene al Niño Jesús, sostenido con la túnica habitual que suelen portal los hombres adultos, signo de su futura muerte. La Virgen no mira de frente porque los kazajos no consideran educado que una mujer mire directamente a la cara de su interlocutor. También es un signo de modestia.
El tríptico se completará con la presencia de ángeles tocando instrumentos musicales tradicionales y ocupará una capilla de nueva construcción abierta a todas las personas, independientemente de su fe.