La Capilla Sixtina “al completo”, tal como la diseñaron los papas
Rafael y Miguel Ángel, juntos, en una exposición histórica con motivo del V centenario de la muerte de Rafael
Roma - Publicado el - Actualizado
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Pocos lugares en el mundo concentran tanta expectación como la Capilla Sixtina. Sus frescos son visitados a diario por cerca de 28.000 turistas. Ahora y sólo durante una semana podrán contemplarse los tapices que Rafael Sanzio diseñó para ser colgados en sus paredes y que tan sólo se han utilizado en ocasiones muy excepcionales.
En 1508, el Papa Julio II contrató a Miguel Ángel para que pintara los frescos de la Capilla Sixtina. Una vez concluidos, su sucesor, León X pensó que durante su pontificado tendría que aportar alguna creación que estuviera a la altura de estos frescos, por lo encargó a Rafael Sanzio una serie de 10 tapices.
En diciembre de 1516, Rafael terminó los cartones que habrían de servir de base para los tapices. Los originales de estos cartones viajaron a Bruselas, al taller de Pieter van Aelst, considerado el mejor de la época, para que transformara en tapiz los diseños. León X invirtió 70.000 ducados de oro, equivalentes a más de un millón de euros actuales.
Cartón para la lapidación de San Esteban. Museos Vaticanos
En 1519, el taller de Bruselas envió los tapices a Roma y el Papa León X decidió exponerlos por primera vez el 26 de diciembre de 1519, fiesta de San Esteban. El historiador Giorgio Vasari relata que todos los asistentes, curia y alta sociedad de la época, se quedaron impresionados con los tapices y supuso la consagración definitiva de Rafael, quien moriría pocos meses después de aquella noche de éxito, con sólo 37 años.
Cuando en 1520, Rafael muere. Los cartones se quedan en Bruselas sin que nadie los reclame y terminan en la colección del Rey Carlos I de Inglaterra en 1623.
Unos tapices únicos, admirados como las grandes obras de arte de su tiempo
Los 10 tapices que conserva el Museo Vaticano se encuentran en una estancia, protegida y preservada que facilita su conservación, muy cerca de las galerías de Rafael, pintadas por el mismo en el conocido como Palacio Apostólico, el lugar reservado para las habitaciones de los papas durante los últimos siglos.
Cuando Rafael recibió el encargo de realizar los cartones para estos tapices, Miguel Ángel ya había pintado su famosa bóveda, una impronta que estuvo muy presente en la cabeza de Rafael mientras ejecutaba los grandes bocetos. Quedaban todavía 30 años más para que Miguel Ángel pintara la pared principal con el Juicio Final.
De esta influencia se deriva la presencia de escenas con grandes figuras que dejan el paisaje en un plano secundario. Se advierte también el deseo de Rafael de ejecutar una composición perfecta. Como los cartones estaban concebidos para convertirse en tapices, Rafael no se detuvo en las pinceladas pequeñas, sino en las composiciones monumentales, que no crearan confusión.
En aquel momento el tramo más alto de las paredes de la Capilla Sixtina estaba ya decorado con frescos, pintados a finales del siglo anterior por Botticelli y Ghirlandaio entre otros, pero la parte más baja estaba disponible. Estos huecos, tal como hoy en día se contemplan de forma habitual, están pintados con trampantojos que simulan telas colgadas.
Cada uno de los tapices de Rafael pesan cerca de 60 kilos.
Lógicamente Rafael era muy consciente de que sus tapices iban a entrar en competencia directa con los frescos ya realizado por Miguel Ángel, por lo que puso un esmero especial para que estuvieran a la altura.
El coste total de los tapices superó cinco veces lo que costó la bóveda de Miguel Ángel, aunque la mayor parte del dinero fue para los tejedores del taller de Bruselas. De hecho, como estaban tejidos con hilos de oro y plata, algunos fueron quemados vandálicamente para extraerles dichos metales.
La costumbre de la época era que los cartones se pintaran sobre papel. Aunque algunos tonos se han apagado, la conservación en general es muy buena. Siete de los grandes cartones que sirvieron de modelo para los tapices y que representan escenas de los Hechos de los Apóstoles desde el siglo XVII pertenecen a la Corona Real de Inglaterra y se encuentran en el Victoria and Albert Museum de Londres.
Los cartones de Londres y los tapices que se conservan en los Museos Vaticanos coinciden en tamaño, pero los cartones muestran las imágenes invertidas porque los tapices se tejen por el reverso. Los tapices fueron robados durante el Saqueo de Roma en 1527, aunque posteriormente pudieron ser recuperados.
Estos tapices ilustran escenas de las vidas de los apóstoles Pedro y Pablo, recalcando especialmente el papel de san Pedro como primer Papa de Roma.
La rivalidad entre Miguel Ángel y Rafael
Hay mucho escrito sobre la rivalidad de Miguel Ángel con Rafael. Se dice que desdeñaba abiertamente a Rafael, porque le robaba clientes, fama y encargos.
Es célebre una anécdota en la que se cuenta que Rafael cambió su forma de pintar los frescos de las estancias vaticanas cuando Bramante le permitió ver sin permiso de Miguel Ángel parte del trabajo de su contrincante en la Capilla Sixtina.
Lo cierto es que el carácter de Miguel Ángel no era muy fácil, y en cambio Rafael era alguien que se hacía querer por todo el mundo.
Los orígenes de un genio
Rafael Sanzio había nacido en Urbino, en 1483 y se formó en Florencia y en Roma. Su padre, Giovanni Santi, también artista, fue un modelo a quien admiró siempre y le rindió homenaje en algunas obras. Otro de sus referentes indiscutibles fue El Perugino.
Talento muy precoz, a los 17 años era ya maestro. Instalado en Florencia, entraría en contacto con Leonardo da Vinci y con Miguel Ángel. Ambos ejercieron sobre él una influencia decisiva. Con Miguel Ángel, algo mayor que él, tuvo siempre rivalidad.
Tras dejar Florencia, Rafael terminó sus días en Roma, donde dejó una impronta que influyó en todo el arte posterior. Lamentablemente su muerte prematura nos privó de su trabajo. Aunque algunos biógrafos achacan su muerte como consecuencia de una vida sexual muy intensa, lo único cierto es que padeció fiebres muy altas durante varias semanas, posiblemente debidas a la malaria, una enfermedad entonces endémica en la zona de Roma.
Su muerte causó gran conmoción en la ciudad. De hecho, el cadáver fue velado en el propio Vaticano junto a una de sus últimas obras: La Transfiguración. Pocos saben que sus restos fueron enterrados en el Panteón.
Apodado “El divino”, fue el primer artista que tuvo el privilegio de ser enterrado en el Panteón de Agripa. En su tumba luce este epitafio: “Aquí yace aquel famoso Rafael del cual la Naturaleza temió ser conquistada mientras él vivió, y cuando murió, creyó morir con él”.