El Papa Francisco, en la Audiencia General: "Dejemos que Jesús regenere en nosotros la esperanza"

Un Santo Padre ya recuperado ha reflexionado sobre lo que vivimos esta Semana Santa: "De la cruz, terrible instrumento de tortura, Dios ha realizado el mayor signo del amor"

El Papa Francisco en la Audiencia General: "Dejemos que Jesús regenere en nosotros la esperanza"

Santiago Tedeschi Prades

Publicado el - Actualizado

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Había cierta expectación este miércoles en la Audiencia General para volver a ver el Papa Francisco después de la Misa del Domingo de Ramos. Un Santo Padre ya recuperado ha entrado en la Plaza con el 'papamóvil' sentado junto a algunos niños y, tras la lectura de un pasaje de la Primera Carta de san Pedro, ha reflexionado sobre lo que estamos viviendo estos días durante la Semana Santa: acompañamos a Jesús hacia su muerte y su resurrección.

“El Maestro ha sido crucificado, asesinado de la forma más cruel y humillante, colgado en un patíbulo infame fuera de la ciudad: un fracaso público, el peor final posible”, ha recordado Francisco. Ese desánimo de los apóstoles “no es del todo extraño a nosotros hoy”: “También en nosotros se condensan pensamientos profundos y sentimientos de frustración: ¿por qué tanta indiferencia hacia Dios? ¿Por qué tanto mal en el mundo? ¿Por qué las desigualdades siguen creciendo y la anhelada paz no llega?”

También hoy la esperanza parece a veces sellada bajo la piedra de la desconfianza”, ha subrayado Francisco.

Una imagen que permanece fija esta semana es la de “la cruz”: “Ahí se concentraba el final de todo. Pero poco después descubrirían precisamente en la cruz un nuevo inicio […] del terrible instrumento de tortura, Dios ha realizado el mayor signo del amor. Ese madero de muerte, convertido en árbol de vida, nos recuerda que los inicios de Dios empiezan a menudo en nuestros finales”. Francisco ha pedido mirar “al árbol de la cruz para que brote en nosotros la esperanza: para ser sanados de la tristeza de la que estamos enfermos, por amargura con la que contaminamos a la Iglesia y el mundo”.

En las Lecturas de esta Semana Santa vemos como Dios, “que tiene todo se deja privar de todo”: “Esa humillación es el camino de la redención. Dios vence así sobre nuestras apariencias. A nosotros, de hecho, nos cuesta ponernos al desnudo, a decir la verdad; nos revestimos de exterioridad que buscamos y cuidamos, con máscaras para camuflarnos y mostrarnos mejor de lo que somos”.

“Pensamos que lo importante es ostentar, para que los otros hablen bien de nosotros. Y nos adornamos de apariencias, de cosas superfluas; pero así no encontramos paz. Jesús despojado de todo, nos recuerda que la esperanza renace diciendo la verdad sobre nosotros, dejando caer las dobleces, liberándonos de la pacífica convivencia con nuestras falsedades. Esto es lo que hace falta: volver al corazón, a lo esencial, a una vida sencilla, despojada de tantas cosas inútiles, que son sustitutos de esperanza. Hoy, cuando todo es complejo y se corre el riesgo de perder el hilo, necesitamos sencillez, redescubrir el valor de la sobriedad, de la renuncia, de limpiar lo que contamina el corazón y entristece. Cada uno de nosotros puede pensar algo inútil de lo que puede liberarse para reencontrarse. ¡Este es un bonito ejercicio!”, ha remarcado el Papa durante la Audiencia General de este miércoles.

A las heridas del cuerpo de Jesús se añaden también “las del alma”: “Jesús está solo: traicionado, entregado y renegado por los suyos, condenado por el poder religioso y civil, siente incluso el abandono de Dios”.

Volviendo la mirada a nuestras vidas, Francisco ha preguntado: “¿Quién no lo está en la vida? ¿Quién no lleva las cicatrices de elecciones pasadas, de incomprensiones, de dolores que permanecen dentro y es difícil superar? ¿Pero también de daños sufridos, de palabras cortantes, de juicios inclementes? Dios no esconde a nuestros ojos las heridas que le han traspasado el cuerpo y el alma. Las muestra para hacernos ver que en Pascua se puede abrir un pasaje nuevo: hacer de las propias heridas foros de luz. Como Jesús que en la cruz no recrimina, sino que ama. Ama y perdona a quien lo hiere (cfr Lc 23,34). Así convierte el mal en bien, así transforma el dolor en amor”.

Lo importante para el Santo Padre no es estar heridos poco o mucho por la vida, “sino qué hacer con estas heridas”: “Puedo dejar que se infecten de rencor y tristeza, o puedo unirlas con las de Jesús, para que también mis llagas se vuelvan luminosas. Sí, nuestras heridas pueden convertirse en fuentes de esperanza cuando, en lugar de compadecernos de nosotros mismos, enjugamos las lágrimas de los demás; cuando, en vez de guardar rencor por lo que nos quitan, cuidamos lo que les falta a los demás; cuando, en lugar de hurgar en nosotros mismos, nos inclinamos hacia los que sufren; cuando, en vez de tener sed de amor por nosotros, saciamos a los que nos necesitan”.

Por último, en estos días de Semana Santa, el Papa ha pedido acercarse al Crucificado: “Pongámonos delante de Él, despojado, para decir la verdad sobre nosotros mismos, quitando lo superfluo. Mirémosle herido, y pongamos nuestras heridas en las suyas. Dejemos que Jesús regenere en nosotros la esperanza”.

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