El Papa Francisco hace hincapié en las dificultades que presenta la oración: "Es un combate alegre y fatigoso”
El Santo Padre ha centrado su primera catequesis con fieles desde el 28 de octubre en el rezo como momento alegre pero que también presenta dificultades
Publicado el - Actualizado
5 min lectura
El Papa Francisco ha centrado su primera catequesis con la presencia de fieles desde el pasado 28 de octubre como consecuencia de las restricciones derivadas de la covid-19, en la importancia de la oración y las dificultades que pueden presentarse en el momento de rezar: "Rezar no es fácil, es un combate alegre y fatigoso”.
El Pontífice asegura que el momento de oración no es fácil y por eso muchos de nosotros “escapamos” de la oración. También habla de la otra cara de la oración, que no es siempre alegría, a veces también es fatiga y molestia y explica que por eso muchas veces es una “lucha” que tenemos que combatir.
De esta manera, ante los 500 fieles que se encontraban en el Patio de San Dámaso, el Santo Padre ha querido mostrar el otro lado de la oración, ese del que no se suele hablar, y que es ese “combate interior, a veces duro que puede acompañar también periodos largos de la vida”.
También ha explicado que todos los hombres y las mujeres de Dios mencionan no solamente la alegría de la oración, sino también la molestia y la fatiga que puede causar. “Algún santo la ha llevado adelante durante años sin sentir ningún gusto, sin percibir la utilidad” ha expresado el Papa, explicando que el silencio, la oración y la concentración “son ejercicios difíciles, y alguna vez la naturaleza humana se rebela”. “Preferiríamos estar en cualquier otra parte del mundo, pero no ahí, en ese banco de la iglesia rezando” continúa el Santo Padre, y recuerda que quien quiere rezar “debe recordar que la fe no es fácil, y alguna vez procede en una oscuridad casi total, sin puntos de referencia”.
El Catecismo enumera una larga serie de enemigos de la oración
Después, se ha centrado en “los enemigos de la oración” que cita el Catecismo, aquellos que hacen que sea difícil rezar y que nos ponen en dificultad, como por ejemplo “que algunos dudan de que esta pueda alcanzar verdaderamente al Omnipotente”; otros, en cambio – dice el Papa – “sospechan que la oración sea una mera operación psicológica; algo que quizá es útil, pero no verdadera ni necesaria: se podría incluso ser practicantes sin ser creyentes”. El Papa asegura que los peores enemigos de la oración “están dentro de nosotros” y el Catecismo los llama así: “desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes”, decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc.”.
En la historia de la espiritualidad encontramos ejemplos útiles para hoy
Ante esta situación en la que la oración no es siempre de “color rosa”, el Papa invita a explorar la historia de la espiritualidad, en la que notamos enseguida cómo los maestros del alma tenían bien clara la situación que hemos descrito y para superarla, cada uno de ellos ofreció alguna contribución que mostraba la importancia de resistir y de perseverar en la oración. “Sería interesante repasar al menos algunos de estos consejos – dice – por ejemplo, los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola que enseñan a poner en orden la propia vida. Hace entender que la vocación cristiana es militancia, es decisión de estar bajo la bandera de Jesucristo y no bajo la del diablo, tratando de hacer el bien también cuando se vuelve difícil”.
Francisco también pone de ejemplo a San Antonio abad, el fundador del monacato cristiano, en Egipto, quien “afrontó momentos terribles en los que la oración se transformaba en dura lucha” dice el Papa. “Su biógrafo San Atanasio, obispo de Alejandría, narra que uno de los peores episodios le sucedió al Santo ermitaño en torno a los treinta y cinco años, mediana edad que para muchos conlleva una crisis. Antonio fue turbado por esa prueba, pero resistió. Cuando finalmente volvió a la serenidad, se dirigió a su Señor con un tono casi de reproche: «¿Dónde estabas? ¿Por qué no viniste enseguida a poner fin a mis sufrimientos?». Y Jesús respondió: «Antonio, yo estaba allí. Pero esperaba verte combatir»”.
Esto son solo ejemplos con los que el Pontífice ha querido transmitir ánimos, pero lo mas importante es recordar que Jesús siempre está con nosotros: “si en un momento de ceguera no logramos ver su presencia, lo lograremos en un futuro”.
Luchar en la oración para pedir la gracia
Al final de la Audiencia General, el Santo Padre ha puesto un ejemplo más, esta vez, basado en una experiencia que vivió bien de cerca cuando estaba en una diócesis la Argentina. Se trata de la historia de un matrimonio que tenía una hija de nueve años con una enfermedad que los médicos no sabían qué era y que diagnosticaron como incurable. Los médicos dijeron a los padres que a la pequeña le quedaban horas de vida. “Puede que el hombre no fuera a misa todos los domingos – ha dicho el Papa – pero tenía una gran fe”.
Francisco continúa narrando que el padre de la niña, tras la noticia, tomó un tren e hizo un viaje de setenta kilómetros hasta la Basílica de Nuestra Señora de Luján, la Patrona de Argentina. Cuando llegó, la Basílica ya estaba cerrada, eran casi las diez de la noche, pero el hombre se aferró a las rejas de la Basílica y durante toda la noche rezó a la Virgen, luchando por la salud de su hija. “Esto no es una fantasía; ¡lo he visto! Lo he vivido” dice Francisco. Finalmente, a las seis de la mañana, se abrió la iglesia y entró a saludar a la Virgen y se fue a casa. “Estuvo toda la noche luchando”. Cuando llegó, vio a su mujer sonriendo y diciendo: "No sé qué ha pasado, los médicos dicen que ha cambiado así y que ya está curada". “Aquel hombre que luchaba con la oración tenía la gracia de la Virgen, la Virgen le escuchó. Y lo he visto: la oración hace milagros” ha puntualizado el Papa, recordando con este ejemplo la importancia de la lucha en la oración para pedir la gracia.