El Papa invita a la responsabilidad personal hacia el prójimo para superar las barreras de la indiferencia

“Tiende tu mano al pobre” es el título del mensaje para la IV Jornada mundial de los Pobres que se celebrará el próximo 15 de noviembre

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Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Responsabilidad y compromiso. Dos palabras que pivotan sobre un mensaje en el que el Papa advierte que “las graves crisis económicas, financieras y políticas no cesarán mientras permitamos que la responsabilidad que cada uno debe sentir hacia al prójimo y hacia cada persona permanezca aletargada”.

En su mensaje para la cuarta Jornada Mundial de los Pobres del próximo 15 de noviembre, el Santo Padre recuerda que “la opción por dedicarse a los pobres y atender sus muchas y variadas necesidades no puede estar condicionada por el tiempo a disposición o por intereses privados, ni por proyectos pastorales o sociales desencarnados”.

A lo largo de 10 puntos Francisco anima a que nos dejemos interrogar cada vez que nos encontramos con una persona pobre: “¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarla en su pobreza espiritual?

Ninguno que se llame cristiano puede delegar en otros esta responsabilidad. Y además, insiste Francisco, para apoyar a los pobres es fundamental vivir la pobreza evangélica en primera persona: No podemos sentirnos “bien” cuando un miembro de la familia humana se queda al margen y se convierte en una sombra: “El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, e invitarlos a participar en la vida de la comunidad”.

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Tender la mano, un signo de la pandemia

Sólo cuando algunos sucesos alteran el curso de nuestra vida, escribe el Papa en el mensaje, nuestros ojos se vuelven capaces de vislumbrar la bondad de los santos “de la puerta de al lado”, pero de los que nadie habla.

Durante esta época de pandemia todos hemos podido ver muchas manos tendidas: “La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. La mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. La mano tendida del que trabaja en la administración y proporciona los medios para salvar el mayor número posible de vidas. La mano tendida del farmacéutico, quién está expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida. La mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo”.

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El peligro del cinismo y la indiferencia

Otra de las advertencias que lanza el Papa en este mensaje es la actitud de quienes no se dejan conmover por la pobreza, lo que les convierte en cómplices: “La indiferencia y el cinismo son su alimento diario. ¡Qué diferencia respecto a las generosas manos que hemos descrito!”.

Francisco señala a quienes acumulan dinero con la venta de armas “que otras manos, incluso de niños, usarán para sembrar muerte y pobreza”. También se refiere a quienes intercambian favores ilegales a cambio de ganancias fáciles y corruptas. Y a quienes “en el puritanismo hipócrita, establecen leyes que ellos mismos no observan”.

El problema de esta actitud es que los excluidos siguen esperando: “No podemos ser felices hasta que estas manos que siembran la muerte se transformen en instrumentos de justicia y de paz para el mundo entero.”

El Papa concluye su mensaje pidiendo a la Virgen que interceda para transformar la mano tendida en un abrazo de comunión y de renovada fraternidad.

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¿Cuándo instituyó el Papa la Jornada Mundial de los Pobres?

El 13 de junio de 2917 el Papa Francisco publicó su mensaje para la primera Jornada Mundial de los Pobres, y anunció que se celebraría cada año el domingo anterior a la fiesta de Cristo Rey.

En aquel primer documento, el Papa aseguraba que compartir es la prueba de autenticidad evangélica. Además, añadía: “esta forma de vida produce alegría y serenidad espiritual porque se toca con la mano la carne de Cristo”.

Francisco fundamenta su decisión en una escena de San Pedro relatada en los Hechos de los Apóstoles, en la que se narra cómo el apóstol pidió que se eligieran siete hombres “llenos de espíritu y de sabiduría” para que se encarguen de la asistencia a los pobres. Ocuparse de los más necesitados se convirtió en una de las primeras características distintivas de la primera comunidad cristiana.

La Jornada Mundial de los Pobres supone una invitación a redescubrir el cristianismo y la característica esencial de Dios que es la misericordia. Pero también una propuesta para no quedarse con los brazos cruzados, dirigida a todas las personas generosas de la familia humana: “Que esta nueva Jornada Mundial se convierta para nuestra conciencia creyente en un fuerte llamamiento, de modo que estemos cada vez más convencidos de que compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda. Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio”.

Desde el primer momento el Papa Francisco animó a los cristianos, creyentes de otras religiones y en general a todo el mundo, a que en esa jornada invitaran a los pobres a la mesa como “invitados de honor”, animando a las comunidades cristianas, en ese día “se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta”: “Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo, de tal modo que se manifieste con más autenticidad la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey del universo, el domingo siguiente”.

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