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El Papa llega este miércoles a Temuco, 600 kilómetros al sur de Santiago de Chile, donde va a presidir una Misa para los pueblos de la región, en su mayoría “araucanos” o “mapuches”. Francisco ha querido visitar el corazón de estas tierras donde late un conflicto secular. El mismo gesto que realizó san Juan Pablo II en 1987.
Hace más de treinta años atrás ya existía lo que se denomina la “cuestión mapuche”, pero las tensiones no eran las mismas. Se podría decir que hay una parte de la población mapuche que se encuentra en rebelión permanente contra el Estado chileno, y en este contexto algunos grupos multiplican los actos de violencia: más de 30 lugares de culto cristiano han sido incendiados, lo que ha provocado duras sentencias en aplicación de las leyes antiterroristas.
El núcleo del problema sigue siendo el mismo desde que estalló por primera vez, en el siglo XIX: la reivindicación de los pueblos mapuches de sus tierras, que consideran que fueron expropiadas por la fuerza cuando comenzó lo que ellos llaman “la ocupación de la Araucanía”.
Los mapuches católicos no esperan del Papa Francisco soluciones políticas para sus problemas, porque saben que es un pastor, no un Presidente de Gobierno. Desean que profundice el camino iniciado por Juan Pablo II, que con su mensaje defendió la identidad del pueblo mapuche y reclamó que se reconocieran sus derechos, subrayando que no puede haber contradicción entre ser mapuche y ser cristiano. La Iglesia local insiste en la perspectiva de la “vida buena”, en equilibrio con la naturaleza, que parece es connatural a la espiritualidad de este pueblo. Y en esa perspectiva llama a superar las tensiones sociales y los conflictos que marcan la región de la Auracanía. Ese mensaje conecta directamente con la encíclica de Francisco 'Laudato Si', sobre la custodia de la casa común, porque subraya la relación entre los hombres y la naturaleza en el designio de Dios, algo que está en el corazón de la espiritualidad y de la cultura Mapuche.