Juan José Omella, cardenal arzobispo de Barcelona

“El Papa nos ha acogido con una solicitud paternal”

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El Papa crea cardenal al arzobispo de Barcelona, Juan José Omella

Agencia EFE

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El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, entrará este jueves en el Colegio Cardenalicio al ser nombrado por el Papa Francisco en un solemne acto en la Basílica de San Pedro del Vaticano y oficiará su primera misa en Cataluña como purpurado el próximo domingo por la tarde en la Sagrada Familia.

Omella se convertirá en el octavo cardenal en la historia de la archidiócesis de Barcelona, un cargo que es la más alta dignidad dentro de la Iglesia católica, sólo por detrás del papa, que es quien designa personalmente a los cardenales.

Al tener menos de 80 años, Omella también tendrá la potestad de poder participar en un cónclave para elegir a un nuevo Papa en el caso de muerte o renuncia de Francisco.

Según ha informado el secretario general, canciller y obispo auxiliar electo, Sergi Gordo, Juan José Omella, en "acción de gracias" por esta nueva misión como cardenal, presidirá la Eucaristía en la Basílica de la Sagrada Familia el próximo domingo 2 de julio a las 18 horas.

No será la primera misa que oficiará Omella como cardenal, porque el jueves está previsto que participe en la Santa Misa presidida por el papa en la plaza de San Pedro del Vaticano con los nuevos cardenales que serán nombrados este jueves: el arzobispo de Bamako (Mali), Jean Zerbo; el obispo de Estocolmo, Anders Arborelius; el vicario apostólico de Laos, Louis Marie Ling Mangkhanekhoun, y el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez.

Y también este jueves tiene previsto oficiar una misa, en esta ocasión presidida por él mismo, en la Capilla del Pontificio Colegio Español de San José de Roma.

Omella, que confesó que no esperaba su nombramiento como cardenal, destacó que se trata de nuevos purpurados procedentes de las "periferias", donde el Papa Francisco ha puesto su mirada.

Lee el texto completo de la homilía del Papa Francisco en el consistorio:

«Jesús caminaba delante de ellos». Esta es la imagen que nos ofrece el Evangelio que hemos escuchado (Mc 10,32-45), y que hace de escenario también para el acto que estamos realizando: un Consistorio para la creación de nuevos Cardenales.

Jesús camina con decisión hacia Jerusalén. Sabe bien lo que allí le aguarda y ha hablado ya de ello muchas veces a sus discípulos. Pero entre el corazón de Jesús y el corazón de los discípulos hay una distancia, que sólo el Espíritu Santo podrá colmar. Jesús lo sabe; por esto tiene paciencia con ellos, habla con sinceridad y sobre todo les precede, camina delante de ellos.

A lo largo del camino, los discípulos están distraídos por intereses que no son coherentes con la «dirección» de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre. Así como —hemos escuchado— los dos hermanos Santiago y Juan piensan en lo hermoso que sería sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda del rey de Israel (cf. v. 37).  No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no entienden…

La realidad en cambio es otra muy distinta, es la que Jesús tiene presente y la que guía sus pasos. La realidad es la cruz, es el pecado del mundo que él ha venido a tomar consigo y arrancar de la tierra de los hombres y de las mujeres. La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas.

Esto es lo que Jesús ve mientras camina hacia Jerusalén. Durante su vida pública él ha manifestado la ternura del Padre, sanando a todos los que estaban bajo el poder del maligno (cf. Hch 10,38). Ahora sabe que ha llegado el momento de ir a lo más profundo, de arrancar la raíz del mal y por esto camina decididamente hacia la cruz.

También nosotros, hermanos y hermanos, estamos en camino con Jesús en esta vía. De modo particular me dirijo a vosotros, queridos nuevos cardenales. Jesús «camina delante de vosotros» y os pide de seguirlo con decisión en su camino. Os llama a mirar la realidad, a no distraeros por otros intereses, por otras perspectivas. Él no os ha llamado para que os convirtáis en «príncipes» en la Iglesia, para que os «sentéis a su derecha o a su izquierda». Os llama a servir como él y con él. A servir al Padre y a los hermanos. Os llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también vosotros camináis delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor.

Y así, a través de la intercesión de la Virgen María, invocamos con fe el Espíritu Santo, para que reduzca toda distancia entre nuestro corazón y el corazón de Cristo, y toda nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos.

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