Inmaculada Alva: numeraria del Opus Dei y científica

Su fe católica no le ha impedido ser una de las mejores historiadoras de mujeres científicas creyentes de la España contemporánea

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Alfonso V. Carrascosa

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Fue en una entrevista concedida al Diario de Navarra cuando comentó: “Como numeraria, estoy muy agradecida con haber hecho este estudio. He investigado sobre algo que conozco, que es mi propia historia. Aunque, poco conocida…Así se dan a conocer. Porque ni si quiera se sabía quiénes eran. Hemos abierto los ojos a una realidad desconocida”. Se refería esta numeraria del Opus Dei al libro ‘El hecho inesperado. Mujeres en el Opus Dei (1930-1950)’, editado por Rialp, en el que ella y Mercedes Montero, también historiadora y profesora de la Universidad de Navarra, ponen de manifiesto el hecho histórico de que esta realidad eclesial comenzó siendo para hombres pero pronto incluyó a las mujeres, entre las cuales hubo y hay científicas y profesoras de universidad. La propia autora indica “El 14 de febrero de 1930 Josemaría Escrivá entendió que la fundación que había iniciado en 1928, en principio solo para hombres, debía extenderse también entre las mujeres. Comenzó enseguida a trabajar en esa dirección, lo que no resultó tarea fácil, pues no se logró de forma estable hasta el tercer intento, ya en los años cuarenta: el 16 de julio de 1942 comenzará en Madrid el primer centro femenino de la historia”.

Inmaculada Alva es doctora en Historia por la Universidad de Córdoba, investigadora del Centro de Documentación y Estudios Josemaría Escrivá de Balaguer, y profesora colaboradora de la Universidad de Navarra. Es una de las editoras del Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer y autora de varios artículos sobre mujeres pioneras, como Piedad de la Cierva o algunas de las historiadoras americanas que comenzaron los Women Studies. Sus temas de investigación son el feminismo, la visibilidad de la mujer y el desarrollo del Opus Dei entre mujeres entre 1940 y 1950.

Quien fuera primer rector de la Universidad de Navarra, Jose Mª Albareda Herrera, también participaría en la fundación del mayor organismo público de investigación erigido en el siglo XX por miembros de la Iglesia Católica a nivel mundial, que no es otro que el españolísimo Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyo 85 aniversario se cumple precisamente este 2024. Albareda, que ayudaría a salvar a san Josemaría de las iras de la dictadura del proletariado que impuso con sangre el Frente Popular, se haría miembro del Opus Dei durante la Guerra Civil y luego acabaría ordenándose sacerdote, todo ello sin dejar de ser secretario general del CSIC. Pues bien, en el CSIC desarrolló la mayor promoción e incorporación de mujeres a la actividad científica llevada a cabo en la historia de España, que hizo pasar de apenas un 10% de la plantilla inicial a más de un 30% de la misma, sin exigirles ni adscripción ideológica o religiosa concreta alguna. El Club Edaphos fue un instrumento de captación de ellas.

Para cualquier católico practicante con un poquito de cultura lo de que la ciencia y la fe son incompatibles suena a paparrucha, pero para poder hacérselo ver a quienes creen –por pura credulidad laicista- que no es así, nada mejor que personas como Inmaculada Alva en la que dichas realidades se dan cita sin el menor atisbo de confrontación. Quienes parece que lo que quieren es blanquear su sórdido pasado en relación con la ciencia, no hablan de las mujeres que habla Inmaculada, y si lo hacen no mencionan su condición de creyentes. Y esto creo que es fundamental para demostrar que hay un discurso laicista sin base científica que contrapone ciencia y fe. Las primeras catedráticas universitarias de la España contemporánea pertenecieron a la Institución Teresiana, y las primeras científicas profesionales sin carga docente fueron miembros del Opus Dei. La universidad de Navarra, la primera privada de la era moderna española, da buena cuenta de que tal tendencia sigue, al menos en el ámbito del Opus Dei.