Adviento, una nueva oportunidad
El periodista Mario Alcudia reflexiona sobre este primer domingo de Adviento en medio de un ambiente "de crispación, de desaliento y de deseperanza"
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En medio de un ambiente de crispación, de desaliento, de desesperanza, Dios nos vuelve a dar una oportunidad. Así se nos presenta el Tiempo de Adviento que vamos a comenzar este domingo…
La crisis del mundo actual, que es política, económica y social, es también y sobre todo, una crisis de Dios. Es aquí donde encontramos la clave para responder a los grandes desafíos que afligen a la humanidad.
De hecho, en su audiencia del miércoles decía el Papa que las grandes aspiraciones humanas se relegan a las lógicas a menudo voraces de la economía, con una visión de la vida que descarta a quien no produce y se esfuerza por mirar más allá de lo inmanente. Podemos ser considerada la primera civilización de la historia que globalmente intenta organizar una sociedad sin la presencia de Dios… la uniformidad y los delirios de omnipotencia nos traen a la memoria la historia de la torre de Babel. El llamado pensamiento único y la búsqueda de poder son tentaciones peligrosas.
Como dice Francisco, hay que acoger a Dios y para ello no importa la destreza, sino la humildad; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento. La gracia del Adviento puede y debe purificarnos de la superioridad, del formalismo y de la hipocresía.
Como señalaba, no son tiempos fáciles pero nuestra esperanza es cierta. Dios sale a nuestro encuentro de nuevo para abrazar nuestra humanidad herida. Su cuna se aloja hoy más que nunca en medio de tantas guerras, de las crisis humanitarias y una desigualdad creciente.
Nos lo recuerda también Cáritas en su campaña de Navidad que ha presentado esta semana. Jesús nace entre los más pobres y vulnerables. Solo su Amor nos da la posibilidad de perseverar día a día sin perder el impulso de la esperanza. Tenemos una nueva oportunidad para no dejarnos cegar por las luces de la apariencia y de la superficialidad a través de esa mirada que se compadece y se llena de ternura.
El Señor viene para despertar nuestras rutinas, para encender una Luz que no se apague, que nos alumbre sin deslumbrarnos, y para cambiar nuestras miserias en ternura. Esta Navidad podemos estrenar una nueva vida.