El padre Brown y la tecnología

La mejor manera de cerrar el año de Chesterton, en que se conmemora el 150º aniversario de su nacimiento, es invitar una vez más a la lectura y reflexión de sus obras

Varias recomendaciones sobre Chesterton.

Varias recomendaciones sobre Chesterton.

Antonio R. Rubio Plo

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4 min lectura

Un buen regalo de Navidad sería sin ir, más lejos, un libro que reúna todos los relatos completos del padre Brown, un detective fuera de lo común: un sacerdote de baja estatura y regordete, vestido de sotana y con un inseparable paraguas. Chesterton lo dota de un rostro corriente, pero con una expresión amable y unos ojos en apariencia distraídos que son profundamente observadores.

Es muy recomendable la versión española de los relatos completos del Padre Brown (Ed. Encuentro), en la que encontramos 53 narraciones, procedente de los cinco libros publicados en vida del autor, además de 3 relatos póstumos. Los títulos de las obras son La inocencia del padre Brown (1911), La sabiduría del padre Brown (1914), La incredulidad del padre Brown (1926), El secreto del padre Brown (1927) y El escándalo del padre Brown (1935).

Allí encontraremos a un personaje completamente opuesto a Sherlock Holmes, pues no comparte sus métodos científicos o lógicos, sino que es su conocimiento de la naturaleza humana, de la lucha interna entre el bien y el mal en cada persona lo que permite al padre Brown a resolver los misterios y crímenes. Intenta siempre comprender las motivaciones de los criminales, y mantiene una actitud serena y reflexiva en todo momento. 

El padre Brown cree en que los seres humanos tienen la dignidad de elegir libremente, lo que contrasta con la doctrina calvinista de la predestinación y con el extendido prejuicio de que hay personas que viven en una total depravación. Nadie es bueno o malo por nacimiento, y por eso el sacerdote detective subraya en uno de sus relatos: “No soy un diablo. Soy un hombre, pero tengo todos los diablos en mi corazón”.

El padre Brown está inspirado en un personaje real: el sacerdote irlandés John O’ Connor. Fue párroco de las localidades de Keighley y Bradford, en la región del Yorkshire, de mayoría protestante. Apreciado por su sencillez, empatía y dedicación a su labor, influyó decisivamente en la conversión de Chesterton al catolicismo en 1922. 

De hecho, el escritor empezó a apreciarlo cuando, según cuenta en su Autobiografía, escuchó que dos estudiantes de Cambridge criticaban al clero en estos términos: “Está encerrado en una especie de claustro y nada sabe acerca de la verdadera maldad del mundo”. No era así, ciertamente, el padre O’Connor, y Chesterton decidió a partir de él crear una serie de relatos en ellos que “el sacerdote aparentaría no saber nada, conociendo, en el fondo, el crimen mejor que los criminales”. El padre Brown sirve de este modo a Chesterton para cuestionar ese intelectualismo puro en el que” la razón es juez, medida y criterio de las cosas”.

Más allá de la trama detectivesca de los relatos, en estas historias hay una profundidad filosófica y teológica que las adaptaciones cinematográficas y televisivas de estos relatos difícilmente pueden captar en toda su esencia. 

De hecho, la reciente serie de la BBC sobre el padre Brown sigue muchos de los argumentos de los relatos, pero el mensaje cristiano se diluye. Por eso, es recomendable volver al personaje literario y recomiendo un relato que nos da que pensar en estos tiempos de auge de la inteligencia artificial.

El error en la máquina es un relato incluido en La sabiduría del padre Brown. Nuestro detective tiene noticia por la prensa de la existencia de un pulsómetro que se introduce en el pecho de un sospechoso para saber si por los latidos de su corazón está mintiendo. 

Sin embargo, el padre Brown recuerda que ya tuvo ocasión de conocer este método veinte años atrás en una prisión de Chicago. Su ironía le lleva a afirmar que esto es propio de “científicos sentimentales”, que son “más sentimentales que el hombre que cree que una mujer se ha enamorado de él porque se ha ruborizado”. 

Entonces, el director de la prisión, Samuel Greywood, le comentó al padre Brown que había detenido a un preso, huido y buscado por asesinato, y había probado con él una máquina de detección de mentiras. Greywood le contó que había escrito en una pizarra palabras relacionadas con la víctima, lo que provocó una cierta alteración en el detenido

Sin embargo, el padre Brown le replicó que “ninguna máquina puede mentir ni decir la verdad”. Puede que se trate de una máquina fiable, pero está trabajando con una máquina que no es fiable como es el hombre. El sacerdote intentó sembrar la duda en Greywood al sugerir que quizás no observó correctamente las reacciones del detenido. Podría darse el caso de que este se mostrara tranquilo, pero a la vez estuviera mintiendo. 

En otros momentos, el interrogado guardó silencio o manifestó ignorancia. Se sentía nervioso por encontrarse en aquella situación, aunque eso no demostraría su culpabilidad. En efecto, poco después se descubrió que el detenido no era el hombre que se había escapado de la cárcel.

El error en la máquina nos recuerda que la tecnología no es fiable cuando se enfrenta a cuestiones morales complejas. Chesterton critica la fe ciega en la ciencia como medio infalible para descubrir la verdad, y muestra su creencia en la complejidad del alma humana. La sabiduría del padre Brown no se basa en el poder de las máquinas, sino en la observación y el conocimiento de los defectos y virtudes del ser humano.