La emotiva llegada de 4 jesuitas a la Cueva de Manresa tras 700 kilómetros de peregrinación en bicicleta

En el marco del Año Ignaciano, Juan Carlos y David realizaron en bicicleta, con la ayuda de Álvaro y Javier, el mismo recorrido que 500 años antes hizo Ignacio de Loyola

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José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Cansados pero cargados de fe. Así llegaron a la Cueva de San Ignacio de Manresa el pasado 8 de julio los ciclistas trabajadores de Radio ECCA, Juan Carlos Atta y David Ramos, y los jesuitas Álvaro Lobo y Javier Bailén, después de siete días recorriendo el camino que hace 500 años completó, a pie, el fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola. Una peregrinación de 700 los kilómetros en el marco del Año Ignaciano que se prolongará hasta el 31 de julio de 2022.

El desafío se planteó el pasado mes de enero con el fin de promocionar el camino en este Año Ignaciano, tal y como comenta a TRECE y COPE.es Juan Carlos Atta, uno de los dos ciclistas: “Veíamos que las acciones propuestas eran hacia el interior de la Iglesia, y pensamos que faltaba una acción de comunicación que llegara a todos los públicos. A los gestores de Radio ECCA les gustó la idea, y la trasladaron a la comisión del Año Ignaciano, que nos apoyaron. Desde entonces empezamos a entrenar”.

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El reto tuvo un fin solidario, ya que el dinero recaudado se ha destinado a la campaña ‘Seguimos’ que la Compañía de Jesús puso en marcha para apoyar a personas y colectivos azotados por la covid-19. Muchos colectivos se han volcado en la campaña para aportar su granito de arena, como precisa el jesuita Javier Bailén: “Se han volcado de manera extraordinaria. Antiguos alumnos de los colegios jesuitas han sido especialmente solidarios con nosotros, y otras personas anónimas que han aportado para cumplir con el objetivo de seguir caminando”.

Un desafío deportivo para cultivar el alma

Durante el recorrido, Juan Carlos y David desde sus respectivas bicicletas y Javier y Álvaro desde el vehículo de avituallamiento, han hecho frente a las altas temperaturas y al cansancio. Revivieron las sensaciones que hace cinco siglos experimentó Ignacio de Loyola.

“El mensaje es que no solo hemos pasado por el camino, sino que el camino ha pasado por nosotros. La vida y los valores de San Ignacio, ese proceso de conversión que llevó a un soldado a convertirse en un hombre al servicio de Dios, nosotros lo hemos vivido a nuestra manera”, precisa Juan Carlos.

Para David, ha sido una oportunidad para redescubrir valores como el de la amistad o el compañerismo: “Cuando no puedes más hay una motivación para sacar fuerzas de donde no hay para salir adelante”.

Para poder completar este ambicioso reto han sido necesarias muchas horas de entrenamiento y grandes dosis de comprensión por parte de las familias, como el caso de David: “Desde el minuto uno mis dos niños pequeños y mi mujer me han apoyado. Han sido días de duro entrenamiento en el que dejas atrás tiempo para la familia y amigos. Siempre han estado apoyando y animándonos a hacer este reto porque era una ilusión”.

Más allá de lo deportivo, la peregrinación ha servido para cultivar el alma y la espiritualidad de los cuatro jesuitas, y que se plasmaba en las visitas a santuarios y lugares emblemáticos para la orden. El sacerdote jesuita Álvaro Lobo fue el encargado de planificar la parte espiritual del camino.

“Para nosotros los dos momentos más fuertes han sido las dos misas en la capilla de la conversión y en Manresa. Fue un momento de recogida y acción de gracias. Durante el peregrinaje daba tiempo a parar en lugares emblemáticos como el Pilar, Montserrat, la iglesia de Navarrete…”

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Los momentos críticos que se ha vivido durante el recorrido

Gracias a la labor de Álvaro, Juan Carlos ha descubierto capítulos de la vida de San Ignacio que le han marcado, como el momento en el que “cambia la ropa a un mendigo y eso va más allá del símbolo, es dejar atrás todo para empezar una nueva vida”, explica. Unas vivencias que permitieron a David y Juan Carlos superar todo tipo de adversidades, algunos de ellos críticos.

“Yo por ejemplo cuando llegué a Alfaro sentí que no podía, rompí a llorar, no aguantaba el dolor y la tensión en las piernas y lo pasé mal. Pero con David, Álvaro y Javier salí adelante. También el llamar a la familia fue un chute de energía”, relata a TRECE y COPE.es Juan Carlos Atta, mientras para David hubo una mañana en la que confesaba a su amigo que no podía continuar: “Pero piensas en la gente que te ha apoyado, en el reto, la familia y te dan ese chute de energía para seguir adelante.”

Pero ahí estaban Álvaro y Javier, para levantar el ánimo y asistir a sus amigos, a veces tirando de sentido del humor: “Creo que una cosa importante es mantener el sentido del humor. En un reto de 700 km en siete días no solo dependes del físico, sino del espíritu de cada uno”, apunta Javier Bailén.

"Cada día conducía uno. En el País Vasco era complicado porque las carreteras son más lentas y más complicadas. Tienes que estar de un lado a otro haciendo recados. Yo conocía el terreno más o menos y ayudaba, pero no es fácil en un coche tan técnico”, puntualizaba Álvaro Lobo.

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