"Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su único Hijo"

Evangelio según san Lucas (3, 13-17), y comentario de José María Calderón, director nacional de OMP

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Redacción Religión

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PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de los Números (21,4b-9)

En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.»

El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.»

Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: «Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.»

Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 77,1-2.34-35.36-37.38

R/. No olvidéis las acciones del Señor

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,

inclina el oído a las palabras de mi boca:

que voy a abrir mi boca a las sentencias,

para que broten los enigmas del pasado. R/.

Cuando los hacía morir, lo buscaban,

y madrugaban para volverse hacia Dios;

se acordaban de que Dios era su roca,

el Dios Altísimo su redentor. R/.

Lo adulaban con sus bocas,

pero sus lenguas mentían:

su corazón no era sincero con él,

ni eran fieles a su alianza. R/.

Él, en cambio, sentía lástima,

perdonaba la culpa y no los destruía:

una y otra vez reprimió su cólera,

y no despertaba todo su furor. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,13-17)

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. 

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

Palabra del Señor

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