La brizna y la viga

¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?»(Lc 6,41)

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Señor Jesús, hoy es frecuente oír que se han perdido todos los criterios de la moralidad. Y que ya no es posible determinar qué comportamientos son buenos y cuáles otros son malos. Sin embargo, nunca ha habido tantos maestros que pretenden guiarnos y orientar nuestra conducta por los senderos de lo políticamente correcto.

Hoy no se nos enseña solamente lo que se puede hacer o no hacer. Se nos dicta cada día lo que podemos decir o no decir. Y aun lo que debemos pensar y lo que por nada de este mundo podemos atrevernos a pensar.

Tú nos dijiste alguna vez que en toda comunidad siempre habría “guías ciegos”, que tendrían la osadía de ofrecerse a guiar a otros ciegos, con el riesgo más que seguro de caer ambos en la fosa.

Pero hoy no quiero caer en la rutina de quejarme de ellos, porque cada vez con más frecuencia me veo yo también interpelado por tu acusación. No siempre cuento con la luz suficiente para orientar a los demás por el camino que les es propio.

Además, yo sé que corregir al que se equivoca es una preciosa y difícil obra de misericordia. Tú advertirse a algún profeta que sería culpable del mal de su hermano si no se atrevía a corregirlo.

A veces, yo peco de cobardía porque la corrección de los hermanos exige una total limpieza. Creo que sin esa coherencia en mi comportamiento la corrección no sería creíble ni respetuosa.

Pero otras veces, peco por lo contrario. Mi arrogancia se manifiesta en ese celo con el que critico o denuncio los defectos que creo encontrar en mis hermanos, a pesar de que mi propia conducta no es correcta.

Con frecuencia estoy muy atento a algo tan pequeño como una mota o brizna, que molesta en sus ojos a un hermano, mientras que ignoro u olvido algo tan grande y pesado como lo que tú calificabas como una viga. Ten piedad de mí.