Palabras de Gracia

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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“Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”. El profeta Jeremías ha de saber que su misión no será fácil. Pero Dios estará con él (Jer 1,19).

Tanto la historia antigua, como la experiencia del presente nos enseñan que las personas que escuchan la llamada de Dios y tratan de transmitir con fidelidad su palabra se encontrarán con una fuerte resistencia y hasta con una dramática persecución.

Sin embargo, el verdadero creyente puede repetir confiadamente las palabras del salmo responsorial: “Mi boca contará tu salvación, Señor” (Sal 70).

Esa decisión obedece a la gratitud que el profeta debe al Dios que lo ha elegido. Pero obedece también al amor a los hermanos a los que ha sido enviado. El amor es paciente y goza con la verdad, como proclama san Pablo en el himno de la caridad (1 Cor 12,31-13,13).

UN AÑO Y UN DÍA

En la sinagoga de Nazaret Jesús leyó un texto del libro de Isaías, en el que un profeta aunciaba un año de gracia y un día de venganza de parte del Señor. Terminada la lectura, Jesús añadió: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,21).

Jesús hacía suya la promesa de un año de gracia. Pero omitía la referencia al día de la venganza. Anunciaba a un Dios diferente al que veneraban las gentes de su pueblo. Jesús les hablaba de un Dios misericordioso con todos. También con los extranjeros y los paganos.

Parece que sus oyentes quedaron admirados de las palabras llenas de gracia que salían de la boca de Jesús. En realidad, se escandalizaron de sus palabras sobre la gracia y la misericordia de Dios. La gracia no era su modo de hablar. Era el núcleo de su mensaje. No es que hablara con una gracia humana. Es que proclamaba la universalidad de la gracia divina.

Y eso es lo que no podían aceptar los amigos con los que Jesús se había criado. Tenían una fe tan aldeana como su nacionalismo. Sencillamente, se creían los únicos que tenían derecho a la fe y a la salvación. Por eso, no estaban dispuestos a renunciar a la venganza contra los paganos. No podían creer en la misericordia universal de Dios.

ELÍAS Y ELISEO

Pero Jesús sabía que la apertura a la universalidad de la salvación había sido la actitud de los grandes profetas de Israel que ellos veneraban. Más que exponer la misericordia de Dios con sus palabas la habían testimoniado con sus hechos.

• Elías había pedido ayuda a una viuda de Sarepta. Y ella no solo se mostró compasiva con él, sino que reconoció la gandeza y la providencia del Dios que él anunciaba. Y eso, a pesar de ser una extranjera y pagana.

• Eliseo había recibido a un militar leproso procedente de Damasco. Le ordenó que se bañara en las aguas del Jordán. Y, solo tras vencer el orgullo que le llevaba a despreciar aquel baño, el soldado quedó curado. Tambièn él era extranjero y pagano.

Aquellos dos grandes profetas eran venerados por su pueblo. Pero Jesús recordó un proverbio que decía: “Ningún profeta es bien mirado en su tierra”. Sus vecinos creían conocerlo bien. Por eso estaban cerrados a la sorpresa. No podían aceptar de él una lección.

- Señor Jesús, nuestro particularismo nos impide reconocer la presencia y la acción de Dios en los que no pertenecen a nuestro grupo. Que tu gracia nos ayude a superar ese pecado y reconocer que la misericordia de Dios no tiene fonteras. Amén.