El sentido de la vida

Según san Pablo, para el cristiano ese sentido de la vida encuentra su fundamento en la fe en Jesucristo resucitado de entre los muertos (1 Cor 15, 12,16-20).

bienaventuranzas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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«Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor…Bendito quien confía en el Señor, y pone en el Señor su confianza» (Jer 17, 5-8). Claro que quien confía en el Señor, aprende también el modo de confiar en la bondad de los demás y de hacerse digno de confianza para ellos.

Con esa contraposición de la maldición y la bendicion, el profeta Jeremías parece evocar los dos caminos que, según la Biblia, se abren ante el hombre. En realidad, son dos formas de entender el sentido de la vida y de comprenderse a sí mismo.

Se trata de elegir la esterilidad del cardo que brota en la estepa o la fecundidad del árbol plantado al borde del arroyo. Esas imágenes usadas por el profeta, se convierten en oración en el salmo responsorial (Sal 1). Según san Pablo, para el cristiano ese sentido de la vida encuentra su fundamento en la fe en Jesucristo resucitado de entre los muertos (1 Cor 15, 12,16-20).

La verdad

Una contraposición semejante ofrece el texto de las bienaventuranzas, tal como han sido incluidas por el evangelio de Lucas en el llamado sermón de la llanura (Lc 6,17.20-26), paralelo al sermón de la montaña que contiene el evangelio de Mateo (Mt 5-7).

En ellas Jesús proclama dichosos a los pobres y los hambrientos, los que lloran y los perseguidos. Pero anuncia también la desdicha de los ricos y los hartos, los que ríen y los que reciben la adulación y el halago de las gentes.

A veces se piensa y se dice que el evangelio desprecia todo lo que puede llevar al ser humano a disfrutar de la vida. Pero ese prejuicio no responde a la verdad. Antes de ser un mensaje moral, las bienaventuranzas, nos revelan a Dios y al mismo Jesús.

Además, nos advierten del peligro de confiar demasiado en nuestra fuerza o en nuestro ingenio, en nuestros caudales o influencias. Seríamos entonces como el cardo que va dando tumbos por la estepa.

La coherencia

Por tanto, es preciso meditar una y otra vez aquel discurso profético en el que Jesús nos indica el camino de la felicidad.

• «Dichosos los pobres». Jesús anuncia un Reino en que la riqueza no es el criterio de la felicidad. Y denuncia la falsa seguridad de los que confían en sus dineros.

• «Dichosos los que ahora tenéis hambre». Jesús anuncia un tiempo en que el hambre y la sed econtrarán la definitiva satisfacción. Y denuncia la glotonería que nos entorpece.

• «Dichosos los que ahora lloráis». Jesús anuncia el consuelo de Dios Y denuncia las risotadas de los que ignoran el dolor de los que sufren.

• «Dichosos cuando os odien... por causa del Hijo del hombre». Jesús anuncia un tiempo en que habrá que vivir la fe hasta el martirio. Y denuncia la apotasía del interés.

Señor Jesús, seguramente siempre ha sido difícil mantener la coherencia de la fe. Pero en este tiempo vemos que es muy frecuente imponer la falsedad como si fuera la verdad que puede llevarnos a la felicidad. Que tu palabra nos ayude a vivir la fe con fidelidad, a anunciar la verdadera esperanza y a celebrar la alegría del amor. Amén.