Madrid - Publicado el
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Los Padres de la Iglesia y muchos escritores eclesiásticos de la antigüedad han sido biógrafos de la trayectoria de otros Santos de vital importancia. Hoy celebramos a los Santos Mauro y Plácido. No se puede conocer muchos datos sobre su existencia. Más bien gracias a San Gregorio, el gran Papa de la revitalización de la Iglesia.
Su vida transcurre en el siglo VI y está vinculada al Monacato. Son como las dos piedras importantes en la base del carisma benedictino. Los dos proceden de familias nobles e ilustres que de pequeños se los confían al cuidado de los monjes y será San Benito quien les acoja.
Plácido era muy pequeño cuando se puso al servicio del Santo Abad. Un día le pidió que fuese a por un poco de agua. Él siempre era muy dispuesto para lo que necesitasen de él. En un descuido se precipitó al agua y se ahogaba.
Avisado en su oración, San Benito mandó a Mauro a rescatarle, contándole lo que le había ocurrido al chico. El pequeño vio a San Benito que le tendía el Santo para socorrerlo, aunque el Abad lo achacó al joven Mauro que había enviado en su auxilio. San Gregorio Magno les presentó como dos elementos importantes en el Monacato.
Los Santos Mauro y Plácido mueren a finales del siglo VI, cuando ya se había consolidado la Orden Benedictina. Mauro fue enviado a Francia, según una tradición. Allí forjó diversos Monasterios rigiendo uno de ellos. Éste se extendió gracias al apoyo del monarca galo.