Miércoles Santo: la antesala de los Misterios de la Semana Santa
Jesús sabe que uno de sus apóstoles le va a entregar y que se acerca Su Momento: dar la vida por Amor en rescate por todos
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Entramos en la recta final de la Cuaresma, porque el Domingo de Ramos abrió la Semana Santa con la Solemne Entrada Triunfal de Cristo en Jerusalén. Así comenzaron los días de esta Semana Grande que preparan al Momento Grande, que es el Misterio Salvífico en su genuinidad. Ya recuerda el Prefacio de estas jornadas que nos acercamos a los días Santos de su Pasión Gloriosa.
Hoy precisamente terminamos este preámbulo de las horas menores que descontamos para llegar al Gólgota, el Sepulcro y saltar de gozo. Y lo hacemos en este Miércoles Santo. Las lecturas nos adentran en el Profeta Isaías. Presente en los preparativos del Nacimiento del Mesías, ahora Isaías también nos presenta al Dios hecho Hombre como el Siervo de Yavé que ofrece la mejilla a los que hieren y golpean su rostro y su barba. Y por estos momentos, Judas se siente en la contrariedad y división de conciencia como nos dice San Mateo en el Evangelio del 17 de abril.
La decisión dentro de la duda es hablar con los Sumos Sacerdotes a quienes ha de proponer la entrega del Maestro. Tal vez no se imaginaba el Sanedrín que se lo iban a poner en bandeja, pero desperdiciar la ocasión no merecía la pena porque puede que no se les volviese a presentar así que cerraron el trato con él en treinta monedas. Ahora había que buscar la ocasión propicia.
Pero había que jugarse el tipo fingiendo la pura normalidad en la Cena Pascual que el Señor tanto había querido tener con ellos antes de padecer. Todos escuchan una palabras extrañísimas y más cuando asegura que uno de ellos le va a entregar. Ellos se quedan tristes porque piensan que tal vez les va entrar la idea por sorpresa sin saberlo y van a caer en un vacío espantoso. Para salir de la duda, asustados, le empiezan a preguntar uno a uno hasta que el propio Judas queda evidenciado y señalado como el que iba a cumplir las viejas profecías sin saber que así darían gloria a Dios.