San Alejo, anacoreta y confesor

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San Alejo, anacoreta y confesor

Redacción Religión

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Cristo pide a todos que cuando vayamos a orar lo hagamos desde el interior para que Dios Padre que ve en lo escondido nos lo pague. Hoy celebramos a San Alejo que siempre profundizó en la interiorización con la Providencia, a modo de asceta y anacoreta. Hijo de rico y caritativo senador romano, huye en busca de la soledad el mismo día en que contrajo matrimonio, aspirando a una consagración especial por el Reino de los Cielos.

Pronto inicia una peregrinación por las tierras de Edesa, más allá del Eufrates. Pero su itinerario no queda ahí porque también recorre los principales Lugares Santos donde tuvo lugar la Vida de Cristo para prepararse a su forma de vida. Con el paso del tiempo descubrió cómo de hombre rico y de familia opulenta, había pasado a ser un mendigo imbuido en la más absoluta pobreza, al estilo de los demás necesitados.

Sin embargo, esta situación no le asusta, ya que pide limosna, siempre desde una aptitud de aceptación y conformidad con la voluntad de Dios que así lo ha dispuesto para su santificación, algo por lo que da gracias desde la oración de cada día en la Basílica de Santo Tomás. Entretanto, su padre preocupado por recuperar a su hijo, envía legados, hasta que le encuentra y el hacer retornar a casa. Como no puede marchar, se aposenta en un hueco del pasillo donde buscará un estilo de vida austera.

La penitencia y el ayuno conforman el estilo de vida, en el que no faltaron las burlas de la servidumbre, aunque el objetivo de Alejo era ser ignorado por todos. Muere el año 412. Su culto empezó muy temprano en Siria y se extendió por el Imperio Bizantino en el siglo IX. Su memoria no es de forma generalizada, pero hay constancia de un santo anacoreta de aquel tiempo que se ajusta realmente a San Alejo.

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