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Los cercanos a los designios de la Providencia Divina, sienten cómo tiene gran parte en las cosas que Dios va haciendo. Hoy la Iglesia nos presenta al Obispo San Petronax. Su nombre no es muy conocido pero es el bañuarte del carisma benedictino, que se encargó de extenderlo. Procedente de una familia pudiente de Nápoles, en Italia, fue Obispo de Montecassino y tiene parte también en la obra de San Benito.
Precisamente, vende todos los bienes con la intención de restaurar el Monasterio ubicado en este mismo lugar por San Benito de Nursia, quien, después de cursar estudios en Roma, al ver la relajación de las costumbres en el plano espiritual, moral y humano, se retira a vivir él sólo siguiendo el ejemplo de los eremitas. Cuando la multitud le tiene por santo y sigue sus pasos, hay un grupo de monjes de los que querrá ser superior.
Ellos, por el contrario, no le aceptan, e incluso le intentan envenenar. Así renuncia a ese proyecto, fundando un Monasterio en Subbiaco. En el nuevo Convento se observan las normas del ora et labora, plasmadas en el rezo de la Liturgia de las Horas como alabanza en unión con toda la Iglesia. En el ámbito espiritual, también cobra especial relevancia la oración contemplativa y la lectura meditada durante la comida en el Refectorio.
El estudio, como pilar importante para la formación intelectual y humana adquiere siempre un papel importante en el Monacato. Tampoco se olvida la convivencia fraterna en los momentos de descanso. Todos estos postulados fueron recogidos y legados para la posteridad por este Santo Obispo. Era la manera de evitar la relajación y la perseverancia que tanto pide el Señor. San Petronax morirá muy anciano en el año 747.
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