SANTORAL 5 ENERO

El pastor que acabó siendo el santo con más "estilo"

A Simeón lo llamaban "estilita" porque vivió encima de una columna de 17 metros rezando y defendiendo la fe

San Simeón vivió dedicado a Dios en lo alto de una columna de 17 metros

Jesús Luis Sacristán

Madrid - Publicado el

2 min lectura

Muchos lugares de donde proceden los grandes Santos han creado escuela. Esa formación y esa base han repercutido en futuras generaciones. Cada Santo con su impronta, pero al igual que San Juan Pablo II llamó a España tierra de Santos, otros lugares también lo fueron.

Así le pasó a San Simeón Estilita, a quien hoy celebramos. Hacia el año 400 nace en Sisán cerca de Cilicia, a su vez, situada en Tarso y que, precisamente, ahí encontramos a otro gran Santo: San Pablo, el Apóstol de los Gentiles. En el caso de Simeón su origen fue mucho más humilde en aquellas tierras. Era pastor y hombre de Fe profunda. Nadie se imaginaría que en esa devoción humilde se escondía un deseo de profundizar en el amor a Dios para llegar un día a ser feliz con Él en la Morada del Cielo.

Como se sabía pecador, a los 15 años toma la opción de retirarse a un monasterio. La vida de penitencia era más factible en unos muros que en el mundanal ruido. Pronto tendrá que abandonar, expulsado por la propia comunidad, cuando lleva sus privaciones hasta sus últimas consecuencias. Piensan los religiosos que los aspirantes al monacato podrían echarse atrás al ver los padecimientos desmesurados de Simeón.

Intentando profundizar más en su vocación, marcha a Telaniso y Tedela. En este último lugar construye una cerca y se ata a una gran rocaMuchos le visitan al extenderse su fama de santidad. No faltan quienes quieren ver al anacoreta por simple curiosidad. Al agobiarle la innumerable masa de personas que van, levanta más alta la columna, llegando a unos 17 metros. En ella pasó la mayor parte de su vida.

De ahí le vendrá el sobrenombre de “estilita” (vocablo griego que significa columna). Desde allí defiende la Fe de la Iglesia contra herejías como la arriana, que renegaba de la divinidad de Jesucristo. Tras morir, los restos del torreón en que vivió sirvieron de base para un convento de monjes que se edificó.

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