Madrid - Publicado el - Actualizado
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Existen muchas personas que han tenido una primera vocación desde Dios, pero luego después han elegido otra vocación distinta porque así se lo ha puesto en bandeja la Providencia. Es lo que le pasó a San Alonso Rodríguez.
Viene a la vida en el año 1533, en Segovia, en el seno de una familia que se ganaban la vida como comerciantes de paños. Alonso tenía bastante vinculación con la Compañía de Jesús desde pequeño y en su casa eran muy conocidos los seguidores de San Ignacio de Loyola. Él mismo se planteó que ¿por qué no ser jesuita?
Y lo intentó, pero no era su momento. Él lo vio como un imposible, pero no para ese momento sólo sino para siempre. Y se veía con las puertas cerradas con lo cual el único remedio que le quedaba era retomar el negocio de su familia. Era curioso. El negocio familiar tampoco resultaba bien con él.
Entonces se plantea la opción de la vida matrimonial. Se casa y tiene dos hijos. Pero en un breve periodo de tiempo todos ellos mueren y Alonso se queda solo. Entonces vende todas sus posesiones a los hermanos.
Vuelve a insistir por casualidad en la Compañía de Jesús y la respuesta es negativa, pero además con una justificación concreta y es su falta de salud. Esto le impide acceder.
La cuestión es que él lo que quiere es tener un fuerte trato con el Señor y no ya precisamente en la vida matrimonial sino en la consagración. Sin saber cómo es admitido en el colegio Monte Sión donde ejerce de portero. Todos encuentran en él un servicio a su hechura. Indudablemente Dios le quiso primero esposo y luego consagrado en un servicio de lo más humilde y sencillo. Muchas personas se acercaron más a Dios gracias a su testimonio de fidelidad a Cristo. Muere en 1610.