¿Sabes ‘lo que vale un peine o dónde está el ‘quinto pino’?
Desvelamos el curioso origen de algunas de expresiones que utilizamos habitualmente
Madrid - Publicado el - Actualizado
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¿Cuántas frases o expresiones de tus padres o abuelos repites sin parar? ¿Alguna vez has “perdido los estribos” , has "pagado a tocateja" o te has “despedido a la francesa”?. La tradición oral hace que guardemos en nuestra memoria algunos de estos tesoros lingüísticos cuya procedencia desconocemos. Repasamos el significado de algunas de estos términos tan arraigados en nuestra cultura.
TE VAS A ENTERAR DE LO QUE VALE UN PEINE
Inofensivo utensilio un peine ¿verdad?. Este instrumento, que puede estar fabricado con madera, marfil, concha, plástico u otro material, provisto de dientes muy juntos, sirve para peinar y desenredar el cabello. Lo que probablemente desconozcas es que en la Edad Media, el ‘peine’ era un terrible instrumento de tortura que consistía en una barra de metal o madera con púas que se hacía rodar sobre el cuerpo del preso, con pasadas cada vez más fuertes, arrancándole la piel. Si te dicen esta frase, no se avecina nada bueno…
HACERSE EL LONGUI
¿Alguna vez te has hecho el longui? Probablemente cuando algo se ha caído y no has querido recogerlo, a la hora de pagar la cuenta, cuando alguien ha pedido un voluntario para recoger la mesa, los juguetes de los niños o tender la lavadora... Hacerse el longui indica que una persona no quiere enterarse de algo, hacerse el despistado.
Su origen tiene varias posibles explicaciones. La primera apunta que tanto longui como longuis proceden de la palabra longuiso un vocablo de la germanía- la jerga usada por presos, criminales y delincuentes- para señalar a quien disimulaba distracción, ausencia o lejanía física y mental a pesar de estar al tanto de la situación. Por lo tanto “el longui” simulaba distracción para cometer sus fechorías.
La otra explicación sobre su origen viene de liongus (o longus), palabra latina para definir lejano o apartado, de ahí el paralelismo con el significado actual.
Otras fuentes señalan que esta expresión nace en Madrid en la década de 1920. Se relaciona con el famoso historiador del Arte italiano Roberto Longhi que tras casarse, visitó la capital en su luna de miel para estrechar lazos con la universidad española. De origen humilde, invirtió casi todos sus ahorros en este viaje, por lo que trató de ahorrar al máximo durante su estancia en Madrid. Los profesores con los que se reunía empezaron a sospechar que sus continuas invitaciones para preparar proyectos eran una excusa para comer gratis. Cuando llegaba la cuenta, Longhi sacaba su cuaderno y se ponía a escribir todos los temas abordados durante la comida, pidiendo que no le molestasen para que no se le olvidara ninguno. Los profesores españoles se dieron cuenta del truco empleado por Longhi, y acuñaron esta expresión para referirse a quien se hace el despistado.
EL QUINTO PINO
Cuando algo se encuentra lejos solemos decir que está en el “quinto pino”. Pues le debemos esta expresión a Felipe V, que mandó plantar cinco pinos en el Paseo del Prado, lugar donde la gente solía citarse. Aquellos que querían un encuentro más íntimo y discreto, sin ser vistos, quedaban en el último árbol, en el quinto pino.
PAGAR A TOCATEJA
Según la RAE se denomina así al hecho de pagar en dinero contante, sin dilación en el pago, con dinero en mano, en efectivo. Como apunta “El libro gordo del retrete” (Oberón), la expresión viene de una moneda de oro que se acuñó en tiempos de Felipe III, en el siglo XVII, llamada centén.
Era de gran tamaño (7.15 de diámetro y 339,35 gramos de peso), cuyo valor era de 100 escudos. Probablemente, dado su gran tamaño, comenzó a ser conocida como tejo, de ahí pasó a denominarse teja, y se comenzó a utilizar la expresión de “pagar a tocateja”, o sea, tocando el dinero, la moneda.
A BUENAS HORAS MANGAS VERDES
Cuántas veces alguien ha llegado tarde o necesitábamos algún tipo de ayuda que se ha demorado y hemos dicho eso de “a buenas horas mangas verdes…”
Pero, ¿quiénes eran los “mangas verdes”? Se trataba de una unidad de carácter policial, creada en la época de los Reyes Católicos, llamada Santa Hermandad. El uniforme de sus soldados constaba de un chaleco de piel hasta la cintura con mangas de color verde. Parece ser que dicho cuerpo siempre llegaba tarde al lugar de los hechos, por lo que, debido a su habitual demora, el pueblo acuñó esta expresión popular.
ESTAR A DOS VELAS
En este caso las velas tiene que ver con el juego, ya que dicha expresión proviene de las partidas clandestinas de cartas. La persona que se encargaba del dinero, el banquero, solía alumbrarse con dos velas. Cuando un jugador tenía un golpe de suerte y dejaba a la banca sin dinero, el banquero se quedaba sin nada, tan solo con las dos velas.
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