Caspe, en el Mar de Aragón, fundada por el nieto de Noé y cuna del Compromiso que cambió la historia
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Marzo de 1412, en el frío y ventoso invierno de la comarca del Bajo Aragón y en las afueras de Caspe, los soldados de los ejércitos de los reinos de Aragón y Valencia y del Principado de Cataluña, en una deseada tregua, clavan sus lanzan en tierra expectantes ante lo que ocurre en lo alto del promontorio llamado La Pedraza, vigía y testigo del abrazo entre el Ebro y el Guadalope. Allí, en el interior del majestuoso Castillo de Bailío, se elegirá al próximo rey de Aragón porque su último monarca, Martín I “el Humano”, había muerto dos años antes sin dejar descendencia ni haber nombrado un heredero aceptado por todas las partes.
Nueve compromisarios designados por los reinos y el principado interesados en la disputa, tendrán dos meses para llegar a un acuerdo. Antes de comenzar sus deliberaciones, juraron sobre la Cruz que contiene un relicario con un fragmento de la Veracuz y que hoy se conserva en la Colegiata de Santa María la Mayor.
Después de muchas discusiones, desavenencias y discrepancias, abanderados por el que más tarde sería San Vicente Ferrer, deciden que sea Fernando de Trastámara, que reinará como Fernando I, el nuevo rey de Aragón y se proclamará como tal en el atrio de la Colegiata, el 28 de junio de 1412.
Aquellos compromisarios, no podían imaginar que estaban haciendo historia por partida doble. Por un lado, estaban acuñando el primer acuerdo diplomático importante en el que las conversaciones se habían impuesto a las armas y, por otro, estaban sentando las bases para cambiar el curso de la historia de España, con la unificación, años más tarde, de los reinos de Castilla y Aragón por el matrimonio entre Fernando II, nieto de ese recién elegido rey con Isabel I de Castilla, los Reyes Católicos.
En honor a aquel acuerdo histórico, el Castillo de Bailío, se conoce como el Castillo del Compromiso y sus muros que tres guerras habían dejado muy dañados, una vez restaurados, nos recuerdan el papel trascendental que han tenido en nuestra historia.
Por su parte, la Colegiata, además del relicario con el fragmento de la Veracuz, del que dicen que es el tercero más grande de todos los que se conservan, guarda también el Cáliz del Compromiso, utilizado en la misa previa al anuncio del nombre del nuevo rey. Esos dos valiosísimos tesoros, tuvieron que ser ocultados por un vecino para evitar su destrucción durante la Guerra Civil.
Caspe, la Ciudad del Compromiso, que según la leyenda fue fundada por Tubal, hijo de Jafet y nieto de Noe, tiene algunos lugares emblemáticos que duermen bajo las aguas del Mar de Aragón, la inmensa superficie acuática formada por el pantano de Mequinenza, con más de 500 kilómetros de costa. Otros, como la ermita de Santa María de Horta, fueron trasladados piedra a piedra por los propios vecinos para reconstruirla en tierra seca y algunos como la ermita-monasterio de la Magdalena, que a pesar de estar en ruinas muestran los restos de unos bellísimos frescos, han quedado aislados en una isla a la que sólo se puede acceder en barca o cuando las aguas del pantano están muy bajas y siguen a la espera de ser restauradas.
Según la tradición popular, durante la ocupación musulmana, para preservarla de las manos invasoras, los caspolinos ocultaron una imagen de Santa María Magdalena. Recuperada la zona por los cristianos, dicen que un pastor encontró la imagen y que la guardó en su zurrón. Al llegar a casa, comprobó que la imagen no estaba y, al volver sobre sus pasos, la encontró de nuevo en el mismo lugar en el que había estado oculta. Así hasta en tres ocasiones. Entendiendo que aquello era una señal, construyeron allí una pequeña ermita que sentaría las bases para lo que terminaría siendo un poderoso monasterio de la Orden de San Juan de Jerusalén. Cuenta la leyenda que la puerta de esa ermita, estaba siempre abierta para acoger a peregrinos y navegantes que remontaban el Ebro y que los cerrojos se descorrían solos cuando alguien intentaba cerrarla y la puerta se abría.
Hoy, hermosa en su decadencia, desde su privilegiada y aislada atalaya, sigue siendo testigo mudo del devenir de la historia y de las historias de navegantes y peregrinos camino del Campo de la Estrella en Santiago.
Historias y leyendas de Calpe que, por tener, tiene incluso brujas que, según dicen, se reunían en lo que hoy se conoce como “la mesa de las brujas”, “brujas buenas” más próximas al curanderismo, que fabricaban brebajes con los que curar las enfermedades de los vecinos y que sirvieron de inspiración a Ramón J. Sender para escribir su cuento “Las brujas del Compromiso”.