Dos fascinantes lugares de España que no podrás visitar, en la frontera más pequeña del mundo
Son los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera y que no podrás visitar, a menos que seas militar y te destinen allí o cuentes con un permiso especial de Defensa
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Existen dos lugares fascinantes que pertenecen a España desde hace siglos y que han sido testigos de batallas históricas, víctimas de pestes, de piratas de varias nacionalidades y asesinatos alevosos por parte de sultanes. Son los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera y que no podrás visitar, a menos que seas militar y te destinen allí o cuentes con un permiso especial de Defensa.
A unos 800 metros de la costa marroquí, perdido en la inmensidad del mar, como una fortaleza inexpugnable de altísimas paredes, flanqueado por dos islotes minúsculos y deshabitados, Isla Tierra e Isla Mar, se alza el Peñón de Alhucemas, un lugar donde el tiempo parece pasar a cámara lenta y en el que la imaginación se desata permitiéndonos vislumbrar a los piratas que lo habitaron primero y lo intentaron invadir más tarde, tratando de escalar sus paredes imposibles y a los presos que cumplían condena cuando era un penal perdido en la inmensidad del mar, tratando de huir de ese lugar imposible.
Casi 500 años de historia nos contemplan desde ese peñón regalado a España por el sultán Muley Abdalá, en época de Felipe II, a cambio de que el ejército español protegiera la costa próxima y a sus gentes de los invasores otomanos y de los piratas asiduos de la zona.
Sus calles empinadas, los barracones, las casas encaladas, la torre emblemática y los restos de troneras desde las que en tiempos lejanos retumbaban cañones de los que solo se conserva uno silencioso e inútil, nos hablan de la importancia estratégica que tuvo.
Cuentan viejos soldados que estuvieron destinados allí, que la hija de uno de los gobernadores de la fortaleza se enamoró de un prisionero que cumplía condena y que como no les permitieron casarse, ella terminó arrojándose al mar desde la parte más alta del peñón y dicen que desde entonces, en las noches de temporal, se siguen escuchando sus lamentos mezclados con el sonido del viento.
Sobre su halo de historia y leyenda y sobre la cabeza de los soldados del contingente militar que se releva cada pocas semanas, la bandera de España sigue ondeando en todo lo alto de un peñón que parece irreal.
No muy lejos de ese Peñón de Alhucemas, en pleno Mar de Alborán, también fuera del alcance de los visitantes, se encuentra el Peñón de Vélez de la Gomera.
Esa pequeñísima isla fue testigo de históricas batallas entre tropas españolas y corsarios berberiscos que lo invadieron para utilizarlo como base operativa desde la que cometer todo tipo de tropelías en el Mediterráneo hasta que, por orden de Felipe II, Álvarez de Toledo Osorio, un marino que ya había combatido contra el pirata Barbarroja, tras una encarnizada batalla recuperó el peñón y expulsó definitivamente a los berberiscos.
Hoy, Vélez de la Gomera está unido a tierra por una estrechísima franja de arena que se formó después de un terremoto en 1930 y sobre la que una cuerda de 85 metros marca la frontera más pequeña del mundo, separando territorio español de territorio marroquí.
No debe ser fácil la vida en esa roca en la que ni siquiera había agua potable hasta la reciente instalación de una desaladora por lo cual tenían que recibir el agua embotellada por barco; un lugar donde ponerse enfermo más allá de una gripe o hacerse un corte supone, todavía ahora, la evacuación en helicóptero hasta Melilla, un peñón donde incluso la pequeña ermita de la Virgen de la Peña permanece muda y cerrada y el minúsculo cementerio que acogía los restos de españoles fallecidos allí está ya vacío porque fueron trasladados a Melilla.
Es la belleza fascinante de dos lugares de España, históricos, espectaculares y perdidos en medio de la nada.