Afganistán: el temor a una paz a cualquier precio con los talibanes

El gobierno de Kabul pone en duda la voluntad real de negociar la paz del movimiento islamista radical

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El gobierno de Kabul pone en duda la voluntad real de negociar la paz del movimiento islamista radical

Manuel Ángel Gómez

Publicado el - Actualizado

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Diecisiete años después de ser expulsados del poder en Afganistán, los talibanes vuelven a ganar terreno y -ahora- parecen dispuestos a llegar a un acuerdo que acabe con la guerra permanente y lleve a la salida de las fuerzas de Estados Unidos y de otros países de su territorio. Representantes del gobierno de Estados Unidos han estado negociando con los talibanes en Catar, y han dado pasos que podrían ayudar a conseguir la paz en el país asiático, un objetivo todavía muy lejano. Ana Ballesteros Peiró, investigadora asociada del CIDOB, cree que la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca y su interés en una retirada de las tropas norteamericanas de territorio afgano han permitido que avancen esas negociaciones, en las que no participa el gobierno de Kabul.

Los talibanes exigen -para la firma de un acuerdo de paz- la retirada de todas las fuerzas internacionales desplegadas allí desde 2001, mientras que Estados Unidos les pide garantías de que Afganistán no volverá a servir de plataforma para grupos terroristas. Según Ana Ballesteros, “los talibanes aprendieron la lección”, son un movimiento islamista y radical, pero nacionalista, y saben que “los atentados del 11 de septiembre les pusieron en el punto de mira del mundo entero, y no quieren”.

Tanto el gobierno como la sociedad civil afganas dudan de la voluntad real de este movimiento de negociar la paz y asumir que en su país se respeten los derechos y libertades, y les preocupa el precio a pagar por un acuerdo. Los talibanes “han dicho que aceptarían un mayor papel de la mujer en la vida pública afgana, pero no se sabe hasta qué punto es fiable” lo que afirman, señala la investigadora del CIDOB. Y siempre han mantenido que tanto la Constitución afgana como el sistema democrático han sido impuestos desde fuera.

Otra de las dificultades en el camino hacia un pacto es que “hay tres partes en el conflicto, y sólo están hablando dos de ellas”, señala la analista. Los insurgentes se niegan a sentarse a la mesa para dialogar con las autoridades afganas hasta que salgan las tropas extranjeras del país, o -al menos- haya un calendario de retirada. En Afganistán están desplegados 14.000 soldados estadounidenses. España llegó a tener más de 1.500 militares, pero en la actualidad permanecen 70 en labores de formación y asesoramiento del ejército y las fuerzas de seguridad locales.

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