¿Explosión republicana en la Commonwealth? Los cambios se harán “de forma muy discreta y puntual”
Carlos III lidera esta mancomunidad de naciones, pero formar parte de ella no implica tener al monarca británico como jefe de Estado
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La Commonwealth es una mancomunidad de naciones que aglutina principalmente a antiguas colonias del Imperio Británico, salvo algunas excepciones, como Mozambique y Ruanda. Tiene su origen en la Conferencia Imperial de 1926, que reunió sus dominios repartidos por el mundo.
Àngel Casals, profesor de historia de la Universidad de Barcelona, explica que ahí se formuló un primer planteamiento de que la agrupación fuese horizontal: “Ningún territorio estaba por encima de otro, pero se reconocía a la Gran Bretaña, y sobre todo al monarca, la soberanía sobre el conjunto”.
En 1931 se establecieron los primeros estatutos con los que el historiador remarca que no dejaba de ser una organización de tipo imperial, “con una referencia muy clara a la metrópolis, que era Gran Bretaña”. Fue a partir de la independencia de la India en 1947 y de los procesos de descolonización posteriores que la Commonwealth pasó a ser “una asociación de territorios independientes que libremente decidían crear una organización para la colaboración económica, cultural y de protección del medio ambiente, aunque algunos de ellos mantuvieran al monarca británico como soberano”, según Casals.
Pertenecer a la Commonwealth, apunta el experto, resulta muy útil para los pequeños estados caribeños y asiáticos, especialmente por las ayudas al desarrollo que les proporciona. Por su parte, para los británicos “es una especie de trampolín que les permite tener una presencia internacional mucho más importante y mucho más grande de la que tendrían si no existiera”. Casals destaca que, de desaparecer esta asociación internacional, la relevancia del Reino Unido en el mundo “quedaría muy reducida”.
Desde mediados del siglo pasado ya no es necesaria la sumisión a la corona británica para formar parte de la mancomunidad. El profesor subraya que a día de hoy “no hay ninguna relación entre que el jefe del estado sea el rey de la Gran Bretaña y su pertenencia a la Commonwealth”. Un país puede optar por reformar su estructura constitucional y convertirse en una república sin dejar de formar parte de la organización, como recientemente ha sido el caso de Barbados.
Por otro lado, la cabeza de la mancomunidad era, hasta su fallecimiento, Isabel II y, a día de hoy, es Carlos III. No se trata de un puesto hereditario, pero en la organización se votó en 2018 que el sucesor de la reina sería también el presidente de la Commonwealth. Se trata de un cargo sin limitación de mandato, pero de carácter simbólico.
Antigua y Barbuda quiere seguir a Barbados
Tras la muerte de Isabel II, el primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, ya ha anunciado para dentro de los próximos tres años un referéndum para decidir si se constituye en república y seguir de este modo los pasos de Barbados, donde se aprobó una reforma constitucional para apartar a la monarquía británica de la jefatura del Estado, que entró en vigor en noviembre de 2021.
El rey Carlos III, en aquel momento todavía príncipe, asistió a los actos de proclamación de la república barbadense. La realeza mantuvo en todo momento una actitud pragmática al respecto y la propia Isabel II mandó un comunicado dando la enhorabuena a la nueva presidenta, Sandra Mason.
Por su parte, el primer ministro de Jamaica, Andreu Holness, transmitió en marzo de este año al príncipe Guillermo que tenían la intención de apartar la monarquía británica de la jefatura del Estado.
En Australia y Nueva Zelanda la república puede esperar
En Australia se celebró un referéndum sobre el modelo de Estado en 1999, que se saldó con un 54,87 % en contra de la reforma republicana y que, por tanto, mantuvo a Isabel II como monarca del país. Su primer ministro, Anthony Albanese, a pesar de ser republicano, ha calificado de “inapropiado” abrir a día de hoy el debate constitucional en Australia tras la muerte de la veterana reina británica.
De todos modos, Casals explica que “parece evidente que llevan años caminando hacia la ruptura con la monarquía británica”, ya que “incluso crearon un ministerio con esa función”.
La primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, ha declarado con respecto a esta cuestión que “es un gran debate” y que no cree “que vaya a ocurrir rápidamente”, pero que espera ver su nación convertida en república a lo largo de su vida.
Canadá lo tiene más difícil
El mecanismo de cada país que en la actualidad tiene al monarca británico como jefe de estado para convertirse en república es distinto, ya que depende de su propia legislación nacional.
Los australianos deberían aprobar en referéndum una reforma constitucional. Para Canadá sería más “complicado”, según Casals, puesto que “aunque hay una buena parte de la opinión pública que querría romper con el rey de Gran Bretaña, sería necesario que todas sus provincias unánimemente votaran la conversión en república”.
Sin prisa y con discreción
El historiador pronostica que estos cambios de modelo de Estado se producirán “de una forma muy discreta y muy puntual” a lo largo de los próximos años: “No esperemos una cascada de proclamaciones republicanas”.
Casals considera que es “hasta cierto punto natural” que algunos de estos países de la Commonwealth que hoy son todavía una monarquía bajo la corona británica cambien su forma de Estado.
“Es una cuestión de coyuntura histórica”, afirma. Y expone que muchos de esos países, que tienen todavía al soberano británico como jefe de Estado, se independizaron siendo reina ya Isabel II. Por esta razón el profesor considera que “fue un hecho casi indoloro” para el Reino Unido, ya que continuaron reconociendo la autoridad de la institución monárquica. Esto, según Casals, “facilitó los procesos de algunos de estos países hacia la independencia”.
Actualmente la situación histórica ya no es la misma que en la época en que tuvieron lugar los procesos de descolonización. Al no ser imprescindible para formar parte de la Commonwealth tener como jefe de Estado al monarca británico, Casals asegura que algunas de estas excolonias perciben “el hecho de renunciar a la monarquía como un acto más de soberanía ante sus propios ciudadanos y ante la comunidad internacional”.
¿Debilitaría a Carlos III?
El profesor de la Universidad de Barcelona apunta que solamente en el caso de que el proceso de reforma constitucional de varios países que tienen al soberano inglés como jefe de Estado fuese muy rápido podría perjudicar a la institución: “Si en los próximos tres o cuatro años, siete u ocho decidieran romper con la monarquía, posiblemente sí que supondría una erosión muy importante para la figura del rey y para su crédito”.
No obstante, como el experto apuesta por una reconversión “muy a cuentagotas”, no le pasaría factura a Carlos III, pero sí implicaría “un cambio muy importante en la naturaleza misma de la monarquía británica”. Destaca que, por ejemplo, en el discurso televisado del nuevo rey tras la muerte de su madre, no apareció la Union Jack ni sonó su himno, y sus referencias fueron plurales. “No estaba hablando para los súbditos británicos, sino para todos los súbditos de la corona” y por eso también habría incluido apelaciones al “respeto cultural” y al “respeto religioso”.
Casals considera que “si se pierde esta dimensión global de la monarquía británica, no es la figura de Carlos la que entra en cuestión, es la propia institución la que tendría un serio problema de legitimación, incluso dentro de la propia Gran Bretaña”.