"Monumentos de odio": así intentó cambiar Hitler la historia destruyendo memoriales de la I Guerra Mundial
Los nazis tenían previsto acabar con cualquier símbolo de la derrota alemana en la Gran Guerra. Al menos, en Francia y Bélgica
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A pesar de la gran cantidad de años transcurridos desde su auge y caída, Hitler y el nazismo aún tienen muchos secretos ocultos que desvelar al mundo. El último lo ha sacado a la palestra la historiadora Despina Stratigakos. Su especialización en la arquitectura le ha permitido encontrar un documento muy interesante a este respecto en los Archivos Militares de la Universidad de Friburgo de Brisgovia.
El descubrimiento de Stratigakos es nada menos que un plan maestro de destrucción que Hitler quería aplicar en las zonas de Francia y Bélgica ocupadas por los nazis en 1940. El 12 de agosto de aquel año, el Führer exigió destruir los memoriales en honor a la I Guerra Mundial construidos en ambos países. Lo hizo a través de una orden dirigida a las altas instancias militares alemanas.
Hitler quería acabar con este tipo de monumentos para cortar de raíz las difamaciones y el odio hacia Alemania y su Ejército que estos, a sus ojos, difundían. Nunca aceptó la derrota de su país en la Gran Guerra ni las consecuencias del Tratado de Versalles, de funesto recuerdo para sus compatriotas: los representantes germanos que firmaron el histórico documento de rendición llegaron a ser considerados unos traidores.
Por supuesto, los nazis se afanaron en esconder este documento por si sus planes de destrucción de la memoria bélica francesa y belga llegaban a buen puerto. Debido a la importancia que siempre dieron a la escenografía (como bien quedó claro en sus desfiles y convenciones multitudinarias o en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, entre otros casos), acabar con los memoriales de la I Guerra Mundial iba a lanzar un mensaje muy potente: Alemania quería cambiar Europa en lo físico (el paisaje) y en lo psíquico (la memoria).
La reacción del nazismo contra los "monumentos de odio"
Hitler tenía muy claro cuáles eran algunos de los monumentos que había que destruir sí o sí. En agosto de 1936, ya se condenó la “propaganda de los aliados”, que erigían construcciones como un monumento nacional dedicado “a la memoria de 23.700 civiles mártires en Bélgica”. Inaugurado en la ciudad de Dinant, lo que motivó la cólera generalizada en el Gobierno alemán fue la inscripción que acompañaba al memorial: “Furia teutónica”.
Por supuesto, los nazis acabaron con este y otros memoriales a partir de mayo de 1940. También se dice que otra edificación en honor a los canadienses fallecidos en la I Guerra Mundial localizada en Francia fue bombardeada por la aviación alemana. Y que allí incluso se saqueó parte de un museo dedicado a la Gran Guerra con un propósito revanchista: que los franceses firmasen el armisticio con los alemanes en el mismo vagón de tren en el que los aliados hicieron capitular a los segundos en 1918.
A tal extremo llegó este último episodio que el propio Hitler pidió que el ya mencionado vagón de tren y dos memoriales de piedra fuesen trasladados a Berlín. Y así sucedió, ya que había que ‘guardar provisiones’ para el Soldatenhalle, una suerte de templo neoclásico para honrar la gloria militar de Alemania en Berlín que los nazis llegaron a proyectar.
Allí se exhibirían todos los ‘trofeos’ de la I Guerra Mundial que avergonzaban a Alemania y de los que los nazis habían conseguido apropiarse. También era el caso del Monumento a los Héroes del Ejército Negro. Este se encontraba en Reims (Francia) y homenajeaba a los soldados africanos que vencieron a los alemanes en la ciudad allá por 1918.
Las figuras que componían la escultura nunca llegaron a Berlín (aunque, según parece, se intentó transportarlas hasta allí). Tampoco lo hizo el vagón de tren en el que se firmó el armisticio de la I Primera Guerra Mundial en Compiègne. Sí se exhibieron “monumentos del odio” similares en el hoy Museo Histórico Alemán. E incluso se recuperó uno de ellos, ya derrocado el nazismo, para la ciudad en la que se concretó el fin de la Gran Guerra: el Monumento de Alsacia y Lorena.
Tantos años después de aquello, algunos memoriales se han recuperado. Otros no, aunque lo más importante es que las relaciones entre países como Francia y Alemania son mucho mejores ahora que entonces. A pesar de los intentos de Hitler por presentar a los aliados como perdedores, lo cierto es que la historia de 1918 volvió a repetirse en 1945. Y el final, de nuevo, no fue nada agradable para la causa germana.