¿Por qué la Academia ha echado a Cosby y Polanski?

Son los dos primeros casos de expulsiones tras el nuevo código de conducta de Hollywood y la revolución mediática del movimiento #meToo

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Bill Cosby, culpable de agresión sexual

Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood anunció ayer que expulsaba al cómico de 80 años Bill Cosby y al director de cine de origen franco-polaco, Roman Polanski por violar el nuevo código de conducta implantado desde enero. En contexto, Cosby fue precisamente hallado culpable esta pasada semana por un jurado por tres cargos de abusos sexuales contra Andrea Costand. Culpable de abusar sexualmente de ella, de hacerlo mientras se encontraba inconsciente y de drogarla para ello. Cosby podría enfrentarse hasta a 30 años de prisión por los tres cargos, 10 por cada uno. La diferencia entre este juicio y el que se resolvió como nulo en la primavera de 2010 ha sido el testimonio de 60 mujeres que aseguran haber sufrido también el abuso del protagonista y estrella del Show de Bill Cosby.

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Dicho lo cual, y aunque hasta dentro de al menos 60 días no se conocerá la sentencia previo previsible recurso, la Academia ya ha asegurado que expulsa a Cosby de su lista de miembros. De acuerdo al nuevo código de conducta post #meToo las quejas y denuncias por acoso tienen que ser presentadas con un testimonio adicional, y se estudiará, si se considera necesario, posibles medidas desde la junta de administración. Y en el caso de los miembros de esa junta, si las acusaciones “pudieran causar algún perjurio a la Academia, se procederá a su posible suspensión o expulsión”.

El caso del realizador Roman Polanski es bien diferente de la situación del cómico afroamericano. Polanski fue detenido en 1977 por un caso de violación y abuso de menores tras haberse acostado con Samantha Geimer, que tenía 13 años en el momento de los hechos. Tras un acuerdo a tres bandas entre el abogado del director, la Fiscalía y el juez que llevaba el caso, Polanski reconoció el cargo de abuso de menores y fue sentenciado a 42 días de prisión. Sin embargo, una vez ya había cumplido la condena, el nuevo Fiscal dio un revés y optó por intentar procesarlo por violación, una posibilidad que había quedado descartada en el acuerdo previo. Ante esta posibilidad, el cineasta se mantuvo en Francia, donde vivía antes de cumplir la condena por abuso, y donde se encuentra desde entonces, con algún viaje estacional a Suiza.

El primer punto crítico reciente en el exilio de Polanski fue en 2009, cuando fue detenido precisamente por la policía suiza y, tras unos meses en prisión, fue denegada su extradición a Estados Unidos, desde donde se había solicitado su entrega. En ese momento, toda una lista de directores, actores y actrices salieron en defensa de Polanski, en un manifiesto que firmó desde Almodóvar o Woody Allen hasta, valga la ironía, Asia Argento, una de las voces más fuertes contra Harvey Weinstein en el albor de acusaciones por abuso sexual contra el productor. De nuevo, este pasado 2017, se pidió la extradición a Polonia, de nuevo denegada, y que fue recurrida hasta por el Ministro de Justicia polaco, pero que terminó por darse de bruces contra el Supremo.

A estos litigios hay que sumar que la propia Samantha Geimer ha bailado entre publicar libros de su episodio con Polanski y pedir que los medios de comunicación dejaran en paz al director. Geimer ha llegado a declarar que “perdona a Polanski” y que ha sentido como si ambos hubiesen vivido una “cadena perpetua”. Sin embargo, en el último año, tres acusaciones más de abuso mientras eran menores han resurgido contra Roman Polanski: la primera de ellas es Renate Langer, que le acusa de abusar de ella 5 años antes que Geimer; Robin M. que asegura que solo testificará si extraditan al director; y Charlotte Lewis, actriz que ha reconocido haber sido call-girl mientras era menor de edad.

Estos son los dos casos de las primeras expulsiones de la Academia por escándalos sexuales en los meses posteriores al fenómeno del #meToo y la caída de Harvey Weinstein. Dos casos que en realidad no son producto directo de aplicar las nuevas normas de conducta de la Academia, sino que más bien parten de una nueva vara moral consecuencia de todo el volcán mediático reciente, pero que tampoco termina de ser del todo arriesgado como para sentar un precedente histórico. Es más un punto y final en el papel ya de por sí inexistente de la industria en dos casos de largo recorrido, que el comienzo de un nuevo sistema de filtros y de conciencia social. Ambas, figuras con más de 80 años. Ambos con el respaldo tanto de la opinión pública como de un juzgado estadounidense.

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