Mucho más que palabras bonitas para afrontar el drama del hambre

En la celebración de la Jornada Mundial de la Alimentación, el Papa Francisco se ha dirigido desde la FAO a los dirigentes de todo el mundo para urgirles a concretar acciones eficaces para disminuir el número de los que pasan hambre y para controlar el fenómeno de las migraciones forzosas. Urge afrontar la relación entre el hambre y las migraciones yendo a la raíz del problema, abordando los dos principales obstáculos que hay que superar y que son los conflictos armados y los cambios climáticos. Y todo esto no es solo responsabilidad de los otros, sino de cada uno de nosotros, que estamos llamados a proponer un cambio en nuestro estilo de vida.

Puede parecer ingenuo, pero dada la urgencia y el drama que vivimos, no es exagerado pensar que debemos cambiar por completo el paradigma e introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad y misericordia. Son mucho más que palabras bonitas. Lo sabe bien la Iglesia, que predica y que da trigo, y cuya misión le lleva a amar a todos y también a recordar el gran deber que tenemos de afrontar las necesidades de los más pobres y de no cejar en el empeño mientras haya un hermano que en cualquier parte del mundo esté pasando hambre.